11 septiembre 2019

UNA ARAUCARIA EN EL HUERTO DEL CAFÉ




A Encarni Cebrián

En el jardín, asomándose a la piscina,
una araucaria escala por encima de la mirada
elevándose al cielo, con su cono verde
taladrando las nubes o los limpios firmamentos
como si buscara las puertas del Paraíso.
Un cucurucho vegetal y fornido
con inequívocos genes de conífera:
tronco erecto, firme, decidido en ascensión sublime,
como un inmenso árbol de Navidad
que ensaya salmodias de clorofila al infinito.
Sus hojas como rizomas que se vencen a sí mismas
cuando viran del verde permanente
al anodino y mortífero ocre tostado
y siembra el suelo de pequeñas culebras.
El tronco, de imposible escala y piel escamosa,
es competencia que invita a mirar a lo alto
como quien persigue a un ángel
en sus trompos y escalas helicoidales,
mientras imaginamos acrobacias imposibles
que se pierden dulcemente
por encima de las cornisas,
y con el viento adecuado parece juguetear
con las estrellas fugaces.

3 comentarios:

  1. Nada mejor que la silueta estilizada de un árbol que invite a la reflexión.
    Un abrazo, Paco.

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    1. Es la casa y el árbol de unos amigos, de quienes nos hemos empeñado en ser familia. Gracias, Cayetano.
      Un abrazo.

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  2. Un bonito homenaje a ese árbol que se mantiene erguido.Saludos

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