26 septiembre 2019

POR ENTRE LOS VELADORES




Se mueve con toda soltura
por entre los veladores
de la Alameda:
flaco, enjuto, moreno de intemperie,
disminuidos sus miembros superiores
hasta la minusvalía.
Una deformación congénita,
como si hubiera sido concebido
para la misericordia.
Son sus brazos miembros secos,
dos palillos de tambor
que sujetan un vaso de plástico
que acaricia como una hucha
donde recoger las dádivas.
No pide, trabaja la pena de su deformidad
con sus brazos al descubierto,
conmoviendo a quienes le contemplan:
la severidad es el reparto injusto de la vida
y él es taimado silencio.
Sus ágiles piernas le traen de nuevo a tu mesa
antes de que termines tu café o tu cerveza
le hayas dado o te hayas excusado.
Tiene nombre, supongo, pero él no verbaliza,
tan sólo usa sus tullidos brazos
como reclamo compasivo.

6 comentarios:

  1. A mí estas escenas me descolocan a la vez que me conmueven. Nadie tendría que verse obligado a ejercer la mendicidad entre las mesas. Pero la necesidad manda y, frente a la indiferencia de la mayoría, siempre hay quien se apiade de esta gente maltratada por la vida.
    Un abrazo, Paco.

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    1. Ya me conoces, Cayetano, y si traigo aquí estos asuntos es precisamente a modo de denuncia en voz baja.
      Un abrazo.

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  2. la vida es muy injusta con algunas personas desde que nacen.También es injusta esta sociedad que en vez de ayudar a que tengan una vida digna permite esa mendicidad.Saludos

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    1. Absolutamente indignante, pero nuestro prohombres parece que no están por la labor sino por la precariedad.
      Un abrazo.

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  3. Dura a veces la vida, nadie debería mendigar, es injusticia.

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    1. Lo peor de todo, Musa, es que esto va a más. Hay todo un sector de población que vive al margen del camino, con una vivienda muy encarecida y trabajos precarios y muy mal pagados. Mientras, los padres de la Patria se ocupan de sus escaños y no de articular una vida más humana para todos.
      Un abrazo.

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