12 octubre 2010

EL COSTURERO

He vuelto a su casa; pasaron casi cuatro años y todo permanece tal cual. Ya sólo escribe el banco un formulario y adjunta los recibos domiciliados: luz, agua, basura... Todo está en su lugar. Abro el armario y me topo con su caja de costura; montones de pequeñas bobinas de todos los colores: amarillo, beige, crudo, verde limón, verde mar, verde botella, azul, celeste, rosa, rosa palo, fucsia, rojo, burdeos, marrones diversos …  destacan el blanco y el negro por su gran tamaño, y por encima de todas, la bobina de hilvanar; esta tiene un blanco nada intenso, como roto, sin llegar a marfil; no sé si es así su natural o es el tiempo quien ha desvaído el color. Sobrenadando por encima de los hilos, el alfiletero, cuajado de cabecitas aceradas y tres agujas con restos de hilos enhebrados; el metro, de color  amarillento, enrollado y con la primera decena desportillada del uso. En una cajita aparte, una colección de botones de todos los colores, tamaños y formas siguen aguardando la oportunidad de la reposición; tres dedales: uno muy pequeño, imposible de ser usado, pero debe guardar en su ser el secreto que desconozco; los otros dos han perdido el plateado en sus cabezas por el uso. Dos tijeras -ninguna de ellas me dejaba usar-; la grande porque se embotaba y luego trompicaba y abría las telas; la pequeñita, la de bordar, con su curva pronunciada como queriendo salirse por la tangente, porque era muy delicada; también un huevo de madera. En el estante superior una carpeta azul de solapas y otra vieja caja que en su día envasaron sabrosas galletas. En la carpeta, un montón de cuadernos de labores: letras y números en punto de cruz, dibujos elementales de muy variada porte y tamaños y un sinfín de fotocopias con otras tantas reproducciones y muestras que con el tiempo fue acumulando. En la caja de galletas, un interminable muestrario de ganchillo y punto; los de lana, descoloridos y apelmazados de tiempos;  los de croché, con las tonalidades amarillentas del largo encierro. Al fondo, dos tubos de plástico, a modo de carcaj con tapa; en el grande las agujas de punto, la mayor parte de acero y algunas de plástico; en el pequeño las agujas de croché: 00, 0, 1, 1,5, 2…    En una bolsita blanca de plástico, la bufanda beige que no llegó a finalizar. Y en todo ello, el tacto imperecedero, dulce y tierno de mi madre.

5 comentarios:

  1. Yo también me acuerdo a veces de mi abuela, siempre con ternura. Un abrazo Papá.

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  2. Es muy hermosa esta evocación de tu madre, a partir de ese universo tan íntimo de su caja de costura. Yo vengo de una larga familia de costureras y me siento muy cercano a esta entrada. Un abrazo, Francisco, espero que todo vaya muy bien.

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  3. Mi corazón saltó de emoción al leer las tres últimas líneas...

    Sea el gris del cielo que amenaza tormenta o que es martes, pero hoy me voy tristona de este espacio lleno de aplomo...

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  4. Gracias, paco, por la ocasión que me das con tu bello artículo de recordar a mi madre y rememorar mis recuerdos.

    Mi madre, en su larguísima pre-agonía, tuvo que dejar su casa, luego un piso y luego una residencia y siempre recordaré los “traslados”, llevando menos pertenencias cada vez. Hasta los últimos meses en los que tenía “sólo lo puesto”, incluído “tu” Gran Poder.

    Al deshacer sus casas –a mí me tocó- claro que encontré muchos recuerdos entrañables como esa caja que relatas -en su caso eran dos latas de carne de membrillo- pero, la verdad, lo poco que me queda es menos lucido que lo que tú relatas.
    No obstante, mi corazón hace que mi memoria se active y en mi trastero tengo todavía “cosas”, como agujas de punto y de crochet y una rebeca de punto no terminada para mi hijo mayor… en mis altillos fotos innumerables en blanco y negro de los años previos a la Guerra Civil, narrando su noviazgo, su Parque de María Luisa y su playa de Rota…

    Como ves, no hago ascos a escribir sobre algo que no es política ni números.

    Gracias por la oportunidad.

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  5. En ese costurero que tan bién relatas y describes ,encontraste,( estoy segura,) el alma de esa inolvidable mujer, y recorristeis juntos, emotivos momentos de tu vida junto a ella.
    Un cordial abrazo.
    Juliana.

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