Llevo en el carcaj
un haz de varas de nardo
con los que herir de muerte
tu desapego yerto.
¡Dame una palabra,
tan sólo una palabra;
es verdad que aspiro a un
beso
como sello abrasador
de tu rendición
ante mis aguerridas armas,
pero ─al menos─
no tapies de umbría el
umbral
que da acceso al sequedal
de tu indiferencia.
¡Dispárame, espétame,
vomítame…!
Tan sólo una, una sola
palabra
que astille el cristal
desmayado
de este blindaje
al que me esclavizas;
sólo una palabra… dos, tal vez;
ábreme tus labios
e hilvanaré uno a uno
todos los nutritivos besos
que fui ensoñado.
Una palabra que rompa el cristal del silencio.
ResponderEliminarUn saludo, poeta Francisco.
Gracias por ese título tan rimbombante.
EliminarUn abrazo.
Hermosísimo poema , españolito ! Para encuadrar. y volver a leerlo varias veces.
ResponderEliminarApapachos.
Muchas gracias, María del Carmen, por tus palabras.
EliminarApapachos
Siempre es placentero llegar hasta tu casa y leer tu poesía tan delicada y hermosa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Siempre tienes para mí palabras afectuosas. Mil gracias, Rafael.
EliminarUn abrazo
Toma ya con el arquero!! ;)
ResponderEliminarGracias, si crees que he dado en la diana.
EliminarUn beso.
Con una sola palabra no puedo explicar toda la belleza que encierra ,como te voy a dar solo una palabra ?. Un abrazo
ResponderEliminarDe ti no necesito ni siquiera una palabra, sino saber que estás al otro lado.
EliminarUn fuerte abrazo a cuatro bandas.
¡No tenés piedad Francisco! Desde Buenos Aires va el habitual abrazo. Y huele a nardos. . .
ResponderEliminarDiscúlpame, Adriana, no vi tu comentario hasta este instante y quiero agradecértelo. Para tu frío invierno, un poco del calor de este ardiente verano y el aroma de un beso.
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