Mi muy querido amigo Marcial me recuerda aquella colección de viajes virtuales que fui publicando en los años ochenta, bajo el título de Viaje alrededor del cuarto de estar. En realidad tenía muy poco que ver con el cuasi homónimo del francés Xavier de Maistre, Voyage autour de ma chambre, libro escrito en 1794, en el que cuenta de forma autobiográfica cómo un joven oficial, obligado a permanecer confinado en su habitación durante cuarenta y dos días, describe sus pensamientos, costumbres, muebles, grabados, etc., como si viajara por un país extraño.
Mis escritos fueron una serie de relatos de viajes virtuales, por los más diversos países, escritos en una pequeña habitación a la que en casa conocíamos como el cuarto de estar. La virtud de los mismos -si es que alguna tienen-, no era otra que la verosimilitud de cada una de las descripciones, elaborada sobre mapas y guías turísticas de cada uno de los lugares. Los horarios de los aviones, los nombres de los hoteles, los museos visitados, las comidas disfrutadas, los teatros, etc., todo lo descrito se ajustaba con precisión minimalista a la fiel realidad. De ahí que cierto día, al encontrarnos de forma fortuita, me dijera el bueno de Gutiérrez: “¡Me alegro de verte, Espada! ¿Sabes que he estado en Túnez y te he recordado continuamente? Nos hemos hospedado en el mismo hotel y hemos seguido la misma ruta que tú hiciste; ha sido un viaje maravilloso”. Creo que es el elogio más grande que mis letras han recibido jamás.
Para hacerme con el material imprescindible para poder describir lo que mis ojos nunca vieron, escribía primero a las embajadas solicitando información lo más detallada posible: mapas, callejeros, guías turísticas, información sobre futuros eventos… De la mayor parte de ellas recibía una documentación más bien escasa, pero siempre contenían las direcciones de las oficinas de turismos de su país e incluso de sus departamentos o comarcas; entonces escribía de nuevo al lugar de mi interés y me proporcionaban la información apetecida con mayor detalle; aunque habían transcurrido varias semanas. Todo esto lo complementaba con el horario en vigor de los aviones que fuera a utilizar. Frente a la inmediatez y la abundancia casi inagotable de datos hoy día en Internet, era un procedimiento muy lento, pobre y rudimentario, mas lo suficiente como para viajar por el ancho mundo a capricho y sin coste alguno: está visto que mis viajes han sido y siguen siendo virtuales; en ocasiones lo impedían el trabajo, otras los medios y ahora las limitaciones físicas.
Aunque le tengo un aprecio especial a esta serie de relatos, lo cierto es que sólo guardo el dedicado a Finlandia, el cual apareció traspapelado en una de las mudanzas. Hoy sería más fácil el acopio de datos para imaginar el viaje soñado, pero como siempre, lo complejo tiene un plus que lo revaloriza.
Es un fascinante relato! tan bien logrado que me deja pensando si es ficción o realidad, pues fluye con gran naturalidad y precisión.
ResponderEliminarOtro abrazo!
Pues como explico, Sara, todo era ficción y escrita con muchas más dificultades de conseguir los materiales que los que existen hoy con Internet.
ResponderEliminarUn beso.