Hay muchas personas que suelen espetar: ¡yo soy muy sincero y digo las cosas como las pienso, sin tapujos ni disimulos, gusten o molesten! El diccionario define sinceridad como: “sencillez, veracidad, modo de expresarse libre de fingimiento.” También puntualiza fingimiento como “simulación, engaño o apariencia con que se intenta hacer que algo parezca distinto de lo que es.”
A simple vista podríamos decir que sinceridad y fingimiento son términos antitéticos, por tanto, quien es sincero no finge y quien finge no es sincero. Pero no es tan fácil etiquetar la conducta de las personas, y así como hay cabelleras con distintos matices de moreno o de rubio, también la sinceridad podemos contemplarla bajo un espectro de tonalidades que van desde la sencillez a la arrogancia más petulante y arrolladora.
En el fondo, creo que no hay sinceros netos, aunque no por ello falten a la veracidad de las cosas. Todas las personas hacemos siempre lo posible por ofrecer a los demás una cierta imagen, la cual persigue aparecer ante ellos como nos gustaría que los otros nos considerasen. Dicho de otro modo, la vida es una puesta en escena donde cada quien representa un papel y somos nosotros quienes escogemos al personaje, dentro del corsé genético y social que nos ha tocado en suerte. Aquél que va por la vida presumiendo de sincero, si no obra con sencillez y humildad, está más cerca de un fingimiento agresivo que de la sinceridad de la que presume. Por otro lado, quien simula o aparenta con cierto grado de diplomacia o dulzura, si lo hace sin engaño, si lo que persigue es la no beligerancia, está más cerca de la cordialidad que de la añagaza.
Como en todo enfrentamiento dicotómico, nos movemos en una extensa gama de grises, cada cual con mayor o menor tendencia hacia uno u otro color puro, pero sin llegar a serlo plenamente. Quien en su actitud ante los demás no se cohíbe de zaherir al otro en beneficio de la sinceridad que ondea por bandera, es un mal educado; quien finge y simula con engaño en beneficio propio, es un mentiroso. En nuestras relaciones sociales, no es cuestión de tener que tragarnos un sapo indigesto faltando a la verdad, pero tampoco debemos ser espadachines de las pequeñas puestas en escena de nuestros contertulios: la humildad y la sencillez, con unas gotas de amabilidad, hacen el camino de la vida más placentero.
Uy! que tema más complejo y mke encanta el planteamiento que nos ofreces. Me voy a reflexionarlo.
ResponderEliminarPor hoy, me despido. Regreso pronto.
Un beso, Francisco!
Los temas complejos son los que más oportunidad ofrecen a la reflexión y a segundas lecturas.
ResponderEliminarUn beso.