De aquella lejana niñez
guardo estampas que acabaron
haciéndose paisaje en la memoria.
Próximo a la caída de la tarde,
cuando el sol era triste despedida
y se acababan los juegos
y volvía a casa, entonces,
y solo entonces,
media docena de barcos o más,
se hacían a la mar
con la esperanza de volver al alba
y alcanzar los sueños en la subasta.
Remos, velas, faenas y aparejos,
buena o mala mar,
buena o mala suerte,
y al alba, entristecidos o ufanos
a rendir su oferta en la porfía
y descansar,
para volver a la tarea de nuevo
a la caída de la tarde.