Este amanecer de agosto,
con el sol abriéndose paso
por el adormecido este,
deja al descubierto estelas
marinas
que se me antojan
retoños del naufragio de
julio.
Como el día es criatura de
la noche,
cortina rasgada por la
urgencia de luz,
seis brazos me abrazan
de aquellos dos que quedaron
inertes
y son descendencia
como afluentes vigorosos del
Paraná.
Cada ola es memoria,
una avalancha borracha de
recuerdos
que hace por tumbarme en
cada embate
como porfía contra el
olvido.
Aquel grano de avena que
dejó mustio mi silo,
Son hoy tres espigas que, a
diario,
me traen el murmullo chamamé
de lo que no acaba en sí
mismo,
en tanto el corazón sigue
latiendo.
No te recuperas¿eh?
ResponderEliminarUn besito.
No te creas, Tracy. Por suerte estoy bastante bien: controlo mis dolencias y me siento querido. No se puede pedir mucho más.
EliminarBesos.
Las olas de la vida nos traen el recuerdo y la vida...Francisco. Nos recuerdan que, nada muere, todo permanece en el corazón.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz fin de semana.
M.Jesús
En este caso, a mí me recuerda, de forma fehaciente, que ha de morir el grano de trigo para que germinen nuevas espigas.
EliminarUn fuerte abrazo.