A Rossana Bellé
Los lapachos se sonrojan a
su paso
cuando ella pespuntea su pies
menudos
por la Costanera y derrama
la vista
por los geométricos ojos del
puente,
mientras se pierde en la
lontananza
hacia el infinito, aguas
abajo.
Rossana, rosa, rosæ
un amor declinado y
apasional,
lúcido, sentido y emotivo,
una ventana por la que entran
los deslumbrantes rayos del
amor,
el rosáceo y sutil aroma de
la ribera
del Paraná;
la dulzura propia y contagiada
de una madre que sin serlo
le inculcó su misma genética,
para que de ella hiciera melodía.
Se me apaga el día
mascullando recuerdos
y navega por los cielos el
deseo insatisfecho
de un paseo que todavía late
con fuerzas
y se esparce y disemina a
voluntad del antojo
por un paseo mil veces
transitado y,
como barbecho, nunca
palpado.
Me uno a ti en ese homenaje a Rossana. Ella es heredera de la dulzura y la magia de nuestra amiga, habitante del cielo...La mente y el corazòn pasean por el recuerdo y lo hacen vida de nuevo.
ResponderEliminarMi abrazo y mi cariño.
Feliz finde, Francisco.
M.Jesús
Gracias, María Jesús, por tan agradable compañía para hablar de Rossana.
EliminarAbrazos.