Una delgada línea coyuntural,
el visto y no visto de la contrariedad
cuando llega sin tarjeta de visita
y se auto invita.
Esa congoja que constriñe
por debajo del índice de los soportable
y se hace coca, y se anuda a la garganta
como bufanda, como aurora opaca
que se acomoda en hombros ajenos
y acaba por ajarlos o destruirlos.
La adversidad es eso,
ese cuchillo romo que saja
y abre en canal las entrañas
como material traslúcido
en la clausura de lo íntimo.
La adversidad es esa penuria que aflige,
esa derrota en la intimidad
silente de lo oculto que trastoca la vida
y la pone en vilo como mirada que niega
y fríamente rechaza.