31 diciembre 2024

TREINTA Y UNO DE DICIEMBRE

 



Sentado al borde del calendario,

aguardo la llegada de la noche

para romper los hábitos

y echar las buenas costumbres por la borda:

cenar un banquete, tomar doce uvas

en lugar de un hermoso racimo

y brindar con cava que no me gusta.


Un amuleto, una norma social

dice que es hora de divertirse,

de trasnochar y contagiarse

con lo programado en la televisión:

bostezos, destemplanza, tedio,

somnolencia de noche infinita.


Mañana, quizás resacoso,

comenzará el incumplimiento

de todas las promesas de cambio

que acaban en el vertedero del olvido.


Barajo hacer fila en un coleccionable,

castigar el cuerpo con dietas severas,

militar en una agrupación de pilates,

para acabar enero tropezando en la piedra

del obstinado incumplimiento.


Las ostentosas luces que anunciaban la Navidad

inundan las calles con su despilfarro

hasta que termine el cortejo de los Reyes Magos,

y nosotros en la magia

de esta pompa de jabón de luces y colores,

una perversión que en nada recuerda

al humilde nacimiento redentor.

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