31 diciembre 2009

LA LLUVIA EN SEVILLA ES UNA MARAVILLA

Esa es la traducción que hicieron de “The rain in Spain stays mainly in the plain” en la versión española de la película My Fair Lady. En la escena, la protagonista hacía ejercicios de vocalización y el profesor la sometía al juego –para ella un suplicio- con la rima interna de la frase a modo de trabalenguas.

Aunque lo que perseguía el film no era precisamente cantar las delicias de la lluvia sobre esta ciudad, es cierto que en una región geográfica con tan escasa pluviometría la lluvia viene a ser maravillosa, mas no siempre. Aquí pasamos de la pertinaz sequía, de las restricciones en el suministro de agua, a las inundaciones. Parece como si a las vacas famélicas del faraón le sucedieran las vacas orondas, aquellas que se fagocitaban unas a otras. Me pregunto si esta cadencia de inundaciones y sequías interpretadas por José tienen algo o nada que ver con nuestra situación.

Lo cierto es que hace unos días teníamos los pantanos en niveles paupérrimos y ahora están un buen número de ellos desaguando al gran río, con la amenaza de desbordamientos que ello comporta. Pasó el otoño de largo sin humedecer las sementeras del cereal; ha entrado el invierno con temperaturas cálidas y generosa exuberancia de lluvias. ¿El mundo al revés?

Muchas personas han sido desalojadas de sus viviendas, otros andan con un duermevela observando el nivel de las presas y los ríos; numerosos sótanos y garajes están quedando cada día sumergidos en las aguas que los bomberos desaguan por riguroso orden de llamada, mientras los campesinos evalúan las catástrofes de sus cosechas y se lamentan de no tener una póliza de seguros; los comerciantes limpian los lodos de sus establecimientos y tiran los géneros deteriorados; la crisis económica sigue produciendo mayores estragos que la lluvia: se nos anuncia un nuevo plazo para la recuperación.

De cero al infinito. “La lluvia en Sevilla es una maravilla”, pero en los momentos oportunos y en las dosis adecuadas.

27 diciembre 2009

LOS SANTOS INOCENTES

En la actualidad, el día de los Inocentes se ha convertido en aquel en el que los medios de comunicación hacen mofa carnavalesca publicando noticias imposibles o acontecimientos extraordinarios e impensables, pero todo ello viene de la conmemoración de un episodio hagiográfico del cristianismo: la matanza de todos los niños menores de dos años nacidos en Belén, ordenada por el rey Herodes con el fin de deshacerse del Niño Jesús.

Antes de que comenzara a familiarizarme con las inocentadas de los periódicos y sus noticias milagrosas para ese día -las cuales eran desmentidas al día siguiente-, los niños jugábamos a colgar en la espalda del viandante despistado un muñequito de papel para regocijo de la chiquillería, así como dar algún recado falso con el que hacer caer al incauto.

Siempre me ha llamado la atención la impiedad de Herodes, quien para asegurarse acabar con aquel que podría poner su poder en peligro, no le tembló el pulso en hacer una escabechina que seguramente consideraría sin más remordimientos como daños colaterales. Esos mismos daños colaterales que siguen sufriendo hoy las criaturas que no han pedido venir a este mundo, y que son destruidas en el seno materno para que sus progenitores sigan gozando sus vidas, sin reparar en la destrucción de los pequeños inocentes.

¿Tienes sentido seguir celebrando hoy esta fiesta después de dos mil años? Rigurosamente sí. En tanto que haya gente que aniquile a todo ser que pueda rivalizar en potestad con su vida, que no le importe segar la incipiente vida de un inocente para que no le impida seguir reinando en el caos de su egoísmo, está más que justificada la celebración de esta fiesta, ya que las infantiles víctimas inocentes no son el recuerdo de unos hechos lejanos, sino el presente de un mismo crimen.

26 diciembre 2009

JERUSALÉN

La convivencia de judíos y palestinos es un problema que se pierde en lo remoto de los días, y, dado que ellos de por sí son incapaces de ponerse de acuerdo en los medios para solucionarlo, sino que viven enquistados en no entenderse, la presidencia sueca de la UE ha propuesto partir Jerusalén en dos y convertirla en capital simultánea de los estados hebreo y palestino.

No pongo en tela de juicio la bondad de las buenas intenciones de los políticos europeos, pero dudo que esta medida sea la más acertada para solucionar el conflicto. Acabamos de celebrar el trigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín y pretendemos solucionar la incapacidad de convivencia con otro muro, una división que será insatisfactoria para todos, y que ni siquiera larvará el conflicto por muchos días.

Jerusalén ya cuenta hoy con una división clara en su geografía, y con controles militares que restringen el paso a los palestinos fuera de su demarcación. A pesar de ello, a la vista de un visitante, resulta una ciudad para la convivencia y la religiosidad: las tres religiones monoteístas –judía, cristiana y musulmana- la consideran ciudad santa y para todas ellas importantísimo centro de peregrinación.

Confío en que la política sea capaz de encontrar una solución definitiva al empecinado enfrentamiento entre ambos pueblos, y espero que la solución no sea la de dividir, sino la de asumir, aceptar y sumar.

17 diciembre 2009

NOS QUEDA LA ESPERANZA

Porque en el corazón helado del invierno
palpita y sueña una luminosa primavera,
nos queda la esperanza.

Porque el sol se despereza descorriendo
los visillos opacos de los días de tormenta,
nos queda la esperanza.

Porque el amor es ungüento que acaricia
los fieros desgarrados del hombre,
nos queda la esperanza.

Porque aún quedan personas que se inmolan
y entregan su vida por una causa justa,
nos queda la esperanza.

Porque en el letargo de un barbecho
late con fuerza la próxima cosecha,
nos queda la esperanza.

Porque, por ahora, los ingenios del hombre
no ha podido aniquilar todo lo creado.
nos queda la esperanza.

Porque los crepúsculos barruntan
los bostezos de un nuevo amanecer,
nos queda la esperanza.

15 diciembre 2009

¿POR QUÉ ME ODIAN?

¿Por qué me odian? Esta es la pregunta que se hace el presidente italiano, Silvio Berlusconi, después de la agresión sufrida en Milán por un desaprensivo que dice haber actuado en solitario y no como brazo ejecutor de una camorra organizada. ¿Quién iba a pensar que un inocente souvenir del Duomo podría producir tanto daño físico y tanta orquestación contrapuesta: unos para poner el grito en el cielo, otros para regocijarse de lo sucedido. ¿Por qué tanto odio?

Se supone que el adversario político es con quien se debe establecer el diálogo que dé luz a iniciativas que favorezcan la paz, el bienestar y la vida social armónica de todos los ciudadanos, pero algo podrido hay en el corazón de las personas cuando a quienes no opinan como nosotros queremos hacerlos desaparecer de la faz de la tierra.

Desde hace ya algún tiempo me llegan correos incendiarios de distintos signos políticos, siempre chistes de mal gusto, que desean acabar con la vida del líder al que no hemos podido derrotar en sus argumentos o en las urnas. Comprendo que toda persona alineada o disconforme con la gestión del político de turno desee para él desgastarle y que acabe cuanto antes su mandato, pero de ahí a desearle la muerte va todo un abismo.

Jamás reenvío ninguno de esos mensajes, no seré yo quien alimente un odio absurdo y vil que no hace más que emporcar la conciencia de aquellos que se prestan a calentar el ambiente o a reír el ingenio maligno de sus mentores. Me da igual Rajoy que Zapatero: ninguno de ellos diseña para mi el camino perfecto, con ninguno de ellos estoy plenamente de acuerdo o en desacuerdo absoluto, pero a ninguno de ellos le deseo el mal. El odio es el preludio de la violencia; mas no olvidemos que donde primero causa daño el odio es en la mente de quien lo padece.

13 diciembre 2009

EL ESCÁNDALO DE LA CRUZ

Recuerdo que durante toda mi vida he llevado una medalla colgada al cuello, sin duda producto de la fe transmitida por mis mayores; la primera, ya desaparecida, era de plata y la limpiaba entre mis manos con un poco de bicarbonato la mañana del domingo buscándole los reflejos originales, antes de acudir a misa; un ritual similar al de darle albayalde a las viejas zapatillas blancas de lona. Después de aquella vieja medalla, me regaló mi madre un crucifijo de oro, el cual no me lo he quitado del cuello desde entonces. Llevo esta cruz en al pecho porque es para mí un símbolo de la fe que profeso en mi corazón, fe en Cristo crucificado y resucitado, redentor de la humanidad, del que cree y del que no.

Soy de los que piensan que el maridaje iglesia-estado es una mixtura tan imposible como la del aceite y el vinagre: una busca el clientelismo y el otro la docilidad. En mi opinión, creo que lo vivido en España en la etapa del franquismo ha sido una gran hipocresía que en nada favorece a la fe, la cual se contagia por el ejemplo. “¡Mirad cómo se aman!”, decían de los primeros discípulos de Jesús. Hoy como ayer, la misión del cristiano es ser luz y sal, dar testimonio con su vida.

La cruz fue escándalo para los judíos y locura para los paganos (1Cor 1, 23), y hoy son muchos los que quieren erradicar la cruz de todo lugar visible, porque la cruz sigue siendo escándalo para quienes no creen en Jesucristo. La escuela y todos los edificios públicos están amenazados con dejar de lucir ese símbolo que es además cultura enraizada desde antiguo.

No sabemos si paulatinamente esa fobia a la cruz acabará también con las cruces que coronan algunos de nuestros montes –sin duda lugares públicos-, las que sirven de guía al Camino de Santiago, las que coronan los campanarios, las que procesionan en Semana Santa; tampoco sabemos si descolgarán en su día el Cristo de Velázquez del Museo del Prado –también lugar público- y las numerosas pinturas religiosas de Zurbarán, Pacheco, Ribera, Murillo y muchos otros de las pinacotecas españolas.

A modo de terapia, voy tres veces por semana a una piscina pública, siempre con mi cruz al cuello, pero hace unos días me dijeron que una nueva norma prohibía entrar en el agua con la cadena, ya que en caso de caída puede rayar el vaso impermeable del recubrimiento, lo que se conoce como estructura “liner”, hecha con un revestido de lámina de P.V.C. No me resistí, pero cuando lo hice me sentía desprotegido, desnudo, como si me hubieran obligado a despojarme del bañador. Desconozco hasta qué punto, si se me desprendiera la cadena con el ejercicio y el movimiento del agua, esa pequeña e inofensiva cruz podría rayar e incluso sajar el revestimiento del vaso piscina, pero no ha sido así durante los tres años anteriores a la entrada en vigor de esta norma. ¿No será que la cruz sigue siendo escándalo, aun en la privacidad de mi cuello?

EL GRITO

12 diciembre 2009

GRITO

Tal día como hoy, de 1863, nacía Edvard Munch, autor del famoso cuadro El Grito, pintado en 1893, inserto dentro de su obra El Friso de la Vida. Munch realizó cuatro versiones del cuadro, pero en las cuatro aparece el rostro angustiado de una figura andrógina que grita desesperadamente. Curiosamente este cuadro ha sido robado en más de una ocasión, como si el interés coleccionista, en conjunción con la avaricia de los dueños de lo ajeno, fuera cómplice de quienes quieren acallar todo tipo de protestas.

También a mí me apetece gritar hoy, hasta desgañitarme, contra todo tipo de injusticias, tanto políticas como económicas y sociales, a las que está sometida la humanidad entera. Sé que sólo voy a lograr un leve desahogo, y que mis palabras, ya rota la voz, no llegará a alcanzar su noble objetivo, pero al menos no habré comulgado con ruedas de molino.

11 diciembre 2009

EL FIN DEL MUNDO

Como si el hombre, en su finitud, tratara de arrastrar y aniquilar todo con su propia desaparición, son numerosas las profecías que a lo largo de la historia han pronosticado el fin del mundo, pero todas ellas fallidas, ya que lo cierto es que aquí sigue girando y girando.

En la Edad Media, cuando el calendario se aproximaba a la entrada del primer milenio, los miedo y las supercherías diagnosticaron que el final de la vida sería en el año 1000, olvidando que nuestro calendario es una convención y no el reloj infalible del tiempo. Es cierto que el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, habla del fin del mundo, pero aunque los mismos discípulos de Jesucristo lo esperaban como algo inmediato, esa meta no está en nuestras manos vislumbrarla dónde se encuentra.

Podemos leer en la Biblia lo que para algunos es un ensayo de ese final tan temido e ignorado: el Diluvio y el exterminio de Sodoma y Gomorra. Y será por eso que cuando se produce un tsunami como el sucedido en el 2004 en el Índico, con epicentro en la costa del oeste de Sumatra, o ante cualesquiera otras señales, nos parece adivinar que el final está cerca y muchos se atreven a asegurar que será inminente.

Cuando nos acercábamos al cambio de milenio –año 2000- nos encontramos con el serio inconveniente del cambio de fecha en los ordenadores -por el problema de su funcionamiento interno a causa del sistema binario-, problema que no fue tal, como tampoco fue tal el haber resucitado el fantasma del fin del mundo en tan redonda fecha. Ahora nos hemos olvidado ya de Nostradamus, de los secretos revelados por la Virgen de Fátima a los pastorcillos y del anuncio de otras desgracias, y nos hemos venido a fijar en las profecías de la cultura maya. Con el título de 2012 se acaba de estrenar una película de Roland Emmerich, donde determina el fin de mundo para esa fecha, apoyándose en las predicciónes de los mayas. Emmerich, en algunas de sus películas narra desastres que acaban o ponen en peligro a la humanidad, como en Independence Day (extraterrestres), Godzilla (monstruos) y The Day After Tomorrow (catástrofes ambientales). Su trayectoria fílmica parece indicar cierta fijación a la catástrofe humana.

Es propio de los ancianos creer que con su decrepitud física todo a su alrededor es un caos, que todo lo que le rodea es casi un exterminio y que se encuentra ante señales apocalípticas inequívocas, pero también de personas fácilmente influenciables por los gurús de moda, por aquellos que mueven hilos oscuros que de seguro les reportan pingües beneficios lo de atemorizar a los demás. Rigurosamente cierto que algún día llegará el fin del mundo, pero de momento sigue girando y girando, y al parecer tiene cuerda para rato.

07 diciembre 2009

UNIFORMADOS

¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué encontramos los mismos macetones en Málaga que en Madrid, unos más frondosos y otros con menos gracia? ¿Por qué los bolardos de Valencia son idénticos a los de Sevilla, además de igualmente odiados por los conductores? Hasta hace poco sólo los buzones de correos –esa institución que algunos quieren hacer desaparecer- eran las únicas uniformidades urbanísticas de nuestras ciudades, junto a las cabinas de teléfonos y posiblemente algo más que ahora se me escapa. Pero últimamente es igual caminar por el paseo marítimo de Chipiona que por el de Benidorm: las mismas duchas y lavapiés de acero inoxidable, los mismos ceniceros, las mismas papeleras…

Antes los autobuses como los taxis eran bien distintos de una ciudad a otra, pero ahora ni siquiera las marquesinas son distintas en Badajoz que en Zaragoza y no digamos de la publicidad. Los bancos en los paseos solían ser muy variados de una metrópoli a otra y los artesanos de cada pueblo trataban de marcar en ellos el acento diferenciador de cada lugar, pero en el tiempo de la uniformidad, bancos y barandillas, jardineras, fuentes, quioscos y hasta los aparcamientos para bicicletas son idéntico en el sur que en el norte, en el levante que en el noroeste, sin olvidarnos de los contenedores de basura.

La esperanza estaba en las tapas de los registros de la televisión por cable, la luz y el gas, pero la concentración de los poderes económicos en las mismas manos hace que también el suelo se uniforme con las mismas tapas de hierro fundido. Por si faltaba algo, también el pavimento, además de la mímesis tan falta de creatividad de los edificios, una y mil veces copiados y repetidos, nos hacen dudar en qué lugar nos encontramos, a lo que contribuyen los monopolios de las entidades bancarias con su tipología gráfica y sus colores establecidos, y en menor cuantía las ambiciosas franquicias que ofrecen las mismas tapas y los mismos cafés en Soria que en Cádiz.

Y como si de una pandemia se tratase, pueblos y ciudades usan el mismo mobiliario; así podemos comprobar que son idénticos los parques infantiles donde juegan los niños de Toledo que los de Monforte de Lemos, o los parques geriátricos donde se ejercitan las personas mayores de Archidona o Salamanca. En este tiempo de la igualdad de derechos, de la tan en boga paridad, tanto da que te pasees por La Coruña como por Murcia.

05 diciembre 2009

¿HAY ALGUIEN AHÍ?

Esa es la pregunta que me hago cada vez que subo algo a esta página: ¿Hay alguien ahí? “En el trabajo literario -dice García Márquez-, uno siempre está solo, como un naufrago en medio del mar”; pero el creador de Macondo se refiere a este silencio del instante presente en el que uno se enfrenta con la página en blanco, como yo ahora, mas mi cuestión es otra: ¿Hay alguien ahí? ¿Alguien lee lo que escribo?

Aunque un número considerable de personas que escriben dicen hacerlo para sí mismo, por un impulso irrefrenable o por criterios de autoafirmación y terapia, en el fondo, todo escrito tiene en sí el fin último de comunicar. Tanto Saussure como más tarde Roman Jacokson saben muy bien cómo la finalidad de un mensaje, expresado por un emisor, a través de un canal, va dirigido a un receptor. Cuestión distinta es si el receptor del mensaje aprobará o disentirá de lo expresado en el mismo.

El escritor, al publicar su obra, conoce a través de su editor los índices de ventas, aunque tampoco pueda tener certeza de cuántas personas le han leído, ya que hay libros que pasan directamente a los estantes de las librerías sin haber sido ni siquiera hojeados, mientras otros son varias veces prestados y finalmente perdidos en las manos de otros lectores, sin entrar en analizar lo que sucede con los fondos de las bibliotecas públicas. Por otro lado, el autor dramático conoce de primera mano el éxito o el fracaso por el número de representaciones, y esas sí que son inequívocas. Finalmente, unos y otros, por el número de citas a su obra o por el número de estudios sobre ella.

Por las respuestas obtenidas, no tengo más remedio que refugiarme en la terapia y entrenamiento cognitivo que este ejercicio me reporta, si bien mi objetivo es claramente interpelarte, lector, si es que existes, para que te formules las mismas preguntas que yo me hago, o para que me sugieras aquellas con las que te gustaría confrontarte. ¿Hay alguien ahí?

29 noviembre 2009

ENTRE NARANJOS

LA DISTANCIA DEL TIEMPO

No identificaba el espacio; sólo la Puerta de Purchena me resultó reconocible, y es que cuarenta largos años es un peldaño laso de tiempo que todo lo trastoca. Remontándome hacia atrás en el tiempo, -tres años antes, en un seiscientos de alquiler con mi amigo José, recién obtenido el carnet de conducir-, aquel viaje entre Marbella y la Manga del Mar Menor, del que tengo más memoria de las numerosas curvas de la antigua N 340 que del paisaje, hoy puedo asegurar lo mucho que han ganado las carreteras y cómo el plástico se ha abierto un camino de esplendor económico en todo el poniente almeriense.

Fui recluta en Viator el mismo año de la Primavera de Praga y del segundo trasplante de corazón realizado por el Dr. Christian Barnard. El mismo año en el que Vietnam era un polvorín del que saldría Goliat mal parado y fue asesinado Martin Luther King, aunque más tarde su sueño se hiciera posible. Año en el que entre otros contrastes, Pablo VI publica la encíclica Humanae Vitae, asesinan a Robert Kennedy, ETA inicia su historial de muerte, TVE pone en antena el programa Un millón para el mejor, Massiel gana en Londres el concurso de Eurovisión, en Tlatelolco (México) se produce una horrible matanza y Guinea Ecuatorial, Fernando Poo y Río Muni se independizan de España; en tanto, en Francia, una revolución universitaria bautiza con nombre propio el mes de mayo y José Manuel Ibar, Urtain, debuta en el cuadrilátero.

Mi memoria de Viator es el de un desértico sequedal de polvo, sudor y sed; un erial presidido por la disciplina y la sinrazón del acatamiento y la respuesta de a sus órdenes: instrucción, marchas nocturnas, campo de tiro y un entrenamiento del que salir soldado para Sidi Ifni, destino que nunca alcancé por haber seguido el mismo final de Guinea Ecuatorial, Fernando Poo y Río Muni. También forman parte del recuerdo las salidas fuera del recinto militar en busca de “los cortijillos”: una hostelería primaria, de bondadosos y hondos platos de loza, generosamente servidos, que sabían a delicias de gurmet en comparación con el rancho.

Pero lo que más profundo me caló de aquel tiempo en el Álvarez de Sotomayor fue la actitud irreverente de desobediencia de los objetores de conciencia. Entonces no podía entender cómo, por motivos políticos –de los que raramente se hablaba- o religiosos -en la España del nacional catolicismo-, aquellos jóvenes se pasaban todo el tiempo de milicia encerrados en el calabozo, vestidos de paisano, negados a enfundarse el uniforme militar y menos aún a empuñar el arma; luego llegué a considerarlos héroes. Dice don Quijote, en el capítulo XX, primera parte: "Quien busca el peligro, perece en él.", pero éstos no conocían el peligro o no habían leído el Quijote.

Mis recientes vacaciones en Roquetas de Mar, y los paseos por el entorno, no sólo me han servido para disfrutar de un tiempo de ocio y esparcimiento, sino para descoser y tejer en el telar de la memoria la distancia del tiempo.

26 noviembre 2009

OTOÑO

Se venía demorando, pero hoy ha amanecido el primer día típicamente otoñal; ha descorrido el velo gris de olvidadas ocasiones y ha hecho un espurio espurreo de agua leve que sólo ha dejado calles escurridizas por la pátina reblandecida de la suciedad. Han florecido los paraguas como hongos domésticos y la radio habla de grandes atascos de tráfico. La temperatura suave, pero con un cierto grado de humedad que le aleja de los hasta ahora treinta grados de temperatura.

El comercio se frota las manos ante las necesidades sobrevenidas, pero el personal sigue pasando escasamente por caja y los chinos venden paraguas plegables y frágiles; los taxistas hacen destajo y siguen reivindicando las tarifas desfasadas. Nuevas oleadas forman cola ante las oficinas del Servicio Andaluz de Empleo y, junto a Cáritas y los comedores sociales, los únicos que aumenta la clientela; mientras los políticos deshojan la margarita del momento en el que se iniciará la recuperación económica, y, como siempre, unos dicen que galgos y otros que podencos.

De ayer a hoy, ningún cambio: nuevos casos de violencia doméstica, nuevos casos de corrupción, puesta en escena parlamentaria de la nueva ley del aborto y uniformidad de opinión en la prensa catalana trastocando el periodismo en presión al Tribunal Constitucional. Nuevas amenazas de despidos masivos y nuevos desahucios de inquilinos e hipotecados. Todo igual; de ayer a hoy, todo sigue igual. Sólo Maldonado anuncia cambios: para mañana se esperan nubes y claros.

24 noviembre 2009

LEGALIDAD Y MORALIDAD

Aunque puedan parecer términos homónimos, hay ciertos matices que con frecuencia conducen lo legal y lo moral hacia caminos divergentes. La moral es un código normativo que pretende regular la vida buena, o como dice el diccionario, la “ciencia que trata del bien en general, y de las acciones humanas en orden a su bondad o malicia”; por tanto, que afecta a la conciencia. Lo legal, por su parte, es lo prescrito por ley y conforme a ella, así que como tal pertenece a lo externo a las personas.

Mientras que las normas morales satisfacen la conciencia individual de cada persona, lo más íntimo de cada uno, las normas legales, sin embargo, son las que la propia sociedad se da en su ordenamiento jurídico y lo son de obligado cumplimiento para todos, independientemente de la moral que cada uno tenga. Esto nos conduce a que una ley puede ser legal, por haber sido sancionada por la institución legislativa competente, pero inmoral porque conculca la ley natural y con ello la conciencia de los individuos. Las primeras conllevan sanción por su incumplimiento, según tipificación de la propia ley; mientras que en las segundas la inobservancia sólo afecta a la conciencia.

Una ley como la del aborto, en sus cuatro supuestos actuales, obviamente no puede ser punible desde el punto de vista legal, pero es rotundamente inmoral porque acaba con la vida de una criatura, aunque ésta no haya alcanzado aún la terminología legal de persona. Los proabortistas apelan a la libertad de la madre, pero no deja de ser un mal sofisma, ya que la vida se nos otorga encadenadamente, desde el principio de los tiempos, en el seno materno desde el mismo instante en el que el cigoto ha tomado entidad con sus 23 cromosomas tomados a cada uno de sus progenitores: una criatura nueva, un ser que ya es singular, único, y que sólo hay que dejarle en paz para que pueda cumplir con su destino.

Treinta años después, la ley del aborto ha tomado cierta conformidad social, dado que todos tendemos erróneamente a pensar que lo legal es justo, es bueno. Con el paso del tiempo, las costumbres hacen que las personas vayamos viendo como natural algo que dista mucho de serlo y terminamos aceptando una inmoralidad sin haber discernido en ello.

La ley actual del aborto, y mucho más la que ahora se trata de implantar, es injusta y no obliga en conciencia, por eso es lícito defender los derechos morales frente a lo que considero un abuso legislativo. Personalidades tan señeras como Mahatma Ghandi, Martin Luther King y Nelson Mandela, entre otros, son emblemas de una resistencia heroica y moral a una ley injusta: recondujeron el ejercicio de la autoridad política a los cauces de la moralidad; no han sido personas antidemocráticas ni intolerantes, sino ciudadanos ejemplares capaces de hacer frente a lo que consideraban un abuso de autoridad. No tengo espíritu de líder ni me siento con fuerzas para emprender la lucha que creo que este asunto merece, pero no comulgaré con ruedas de molino.

07 noviembre 2009

CORRUPTOS

La corrupción está tan apegada al hombre como si de una subcapa dérmica se tratase. Aunque hoy creamos que todo se inició con la Operación Malaya, aunque llegáramos a pensar que eso era cosa de unos desaprensivos forajidos de la política -los militantes del GIL-, los casos de corruptos son hoy tan numerosos que abarcan a toda nuestra geografía y salpica a todos los grupos políticos: un mal endémico, tan antiguo en la historia del hombre como la vida misma. Con cuánta razón dijo el Maestro: “Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz”. (Lc 16, 8)

Según Gibbons, se entiende por corrupto “todo comportamiento que, de convertirse en conocimiento público, conduciría a un escándalo”. Pero obviamente el hecho de que no salga a la luz, o que el uso esté tan incardinado en la sociedad que pase desapercibido o incluso aceptado, no quiere decir que pierda su catadura de amoralidad, ya que es justamente en lo recóndito de lo oculto donde se teje la trama de cómo hacerse con los bienes o ventajas que no nos pertenecen, y cómo se oculta el rastro del delito.

Dice la sabiduría popular: “que no nos pongan donde hay”. Y es que la tentación es un estímulo irrefrenable con el que mitigar la insaciable voracidad de la avaricia. Una vieja canción de los años 50 decía: Todos queremos más, más y más, y mucho más. Y así es. En estos días en los que saltamos de un escándalo a otro son muchos los que se tientan las ropas y se preguntan ¿qué está pasando?

Posiblemente sea todo sólo un brote de lo que realmente somos, ya que nuestra tradición corrupta es larga como la sombra de los días pretéritos y abarca, en mayor o menor grado, a un número indeterminado pero muy numeroso de personas. ¿Quién no conoce a algún trabajador de la salud que no tiene en su casa una pequeña farmacia con la que abastece a amigos y familiares? ¿Quién no conoce a algún administrativo que surte del material de escritorio a hijos y sobrinos? ¿Quién, en alguna ocasión, no trata de beneficiarse de la ancestral recomendación? ¿Cuántos no tienen en su ajuar una toalla de hotel?

Sin restarle la importancia debida a tantísimos escándalos como los que van surgiendo casi cada día en los medios de comunicación, como cuentas de un rosario macabro, mirémonos al espejo antes de criticar y dejémoslo en manos de la justicia, no sea que tengamos una viga en el ojo.

02 noviembre 2009

DÍA DE DIFUNTOS

La muerte representa para el hombre un misterio insondable que le atenaza, una condena de la que no se puede zafar y de la que desconoce el momento en el que será ejecutada. A pesar de que nacemos con el certificado de defunción cumplimentado, a falta de la fecha y sus circunstancias, nadie quiere mirarla de frente, hablar de ella y comprenderla como la caducidad de toda materia, de la que también estamos hechos.

Desde hace unos años, por influencia estadounidente y ésta heredada de los inmigrantes irlandeses, parece que hacemos burlas a la muerte celebrando Halloween o la Noche de las Brujas: se repele el miedo con antiguas supersticiones sobre la muerte y los difuntos, y se mitigan sus efectos con disfraces y calabazas que quieren semejar rostros humanos -con luces de mecha que surgen desde el interior-, fogatas, historias de miedo, películas de terror y el comercio como intermediario haciendo caja con la mofa de moda.

La mitología griega habla de Las Moiras como de las sustentadoras de la vida: Cloto, la que hila el curso de la vida, Láquesis, como responsable del destino, y Átropos, la que tiene en el extremo inflexible de su mano ponerle el punto final. La tradición mitológica de Roma, quien como siempre toma ejemplo del mundo helénico, también asigna a Las Parcas -Nona, Décima y Morta- características similares.

El hombre guarda en su pecho un miedo ancestral al Hades y hace todo lo posible por atesorar el óbolo con el que Caronte le cruce al lado a otro del río Aqueronte. Tanto para el creyente como para el ateo, para el sabio como para el ignorante, la muerte es un tabú que está fuera de toda reflexión y diálogo. A pesar de las continuas quejas, nadie quiere verle la cara al para siempre. Hay quien cree en la reencarnación de las almas, otros en el final de toda existencia y algunos en la vida eterna. Para los cristianos, la vida no acaba con la muerte, sino que es un mero tránsito a otra forma de vida, a la vida mayúscula, a la eternidad gozosa en presencia del Creador.

31 octubre 2009

LO SUCINTO

Me quedo con lo sucinto:
nada de alharacas,
ni haciendas,
ni grandes gestos,
ni exuberantes ornamentos,
ni amistades de feria,
ni grandes promesas,
ni incrementos patrimoniales.
Sólo no ser solo,
sólo no estar solo:
me basta una sonrisa, un guiño,
un atardecer dorado,
una mañana lluviosa,
el aroma a pan recién horneado,
pisar la hierba fresca,
el eco impreciso del viento en el pinar,
perderme en las páginas de un libro;
despertar en ti, lector,
la curiosidad, tal vez, adormecida:
nada más, nada menos.

29 octubre 2009

VIAJE ALREDEDOR DEL CUARTO DE ESTAR

Mi muy querido amigo Marcial me recuerda aquella colección de viajes virtuales que fui publicando en los años ochenta, bajo el título de Viaje alrededor del cuarto de estar. En realidad tenía muy poco que ver con el cuasi homónimo del francés Xavier de Maistre, Voyage autour de ma chambre, libro escrito en 1794, en el que cuenta de forma autobiográfica cómo un joven oficial, obligado a permanecer confinado en su habitación durante cuarenta y dos días, describe sus pensamientos, costumbres, muebles, grabados, etc., como si viajara por un país extraño.

Mis escritos fueron una serie de relatos de viajes virtuales, por los más diversos países, escritos en una pequeña habitación a la que en casa conocíamos como el cuarto de estar. La virtud de los mismos -si es que alguna tienen-, no era otra que la verosimilitud de cada una de las descripciones, elaborada sobre mapas y guías turísticas de cada uno de los lugares. Los horarios de los aviones, los nombres de los hoteles, los museos visitados, las comidas disfrutadas, los teatros, etc., todo lo descrito se ajustaba con precisión minimalista a la fiel realidad. De ahí que cierto día, al encontrarnos de forma fortuita, me dijera el bueno de Gutiérrez: “¡Me alegro de verte, Espada! ¿Sabes que he estado en Túnez y te he recordado continuamente? Nos hemos hospedado en el mismo hotel y hemos seguido la misma ruta que tú hiciste; ha sido un viaje maravilloso”. Creo que es el elogio más grande que mis letras han recibido jamás.

Para hacerme con el material imprescindible para poder describir lo que mis ojos nunca vieron, escribía primero a las embajadas solicitando información lo más detallada posible: mapas, callejeros, guías turísticas, información sobre futuros eventos… De la mayor parte de ellas recibía una documentación más bien escasa, pero siempre contenían las direcciones de las oficinas de turismos de su país e incluso de sus departamentos o comarcas; entonces escribía de nuevo al lugar de mi interés y me proporcionaban la información apetecida con mayor detalle; aunque habían transcurrido varias semanas. Todo esto lo complementaba con el horario en vigor de los aviones que fuera a utilizar. Frente a la inmediatez y la abundancia casi inagotable de datos hoy día en Internet, era un procedimiento muy lento, pobre y rudimentario, mas lo suficiente como para viajar por el ancho mundo a capricho y sin coste alguno: está visto que mis viajes han sido y siguen siendo virtuales; en ocasiones lo impedían el trabajo, otras los medios y ahora las limitaciones físicas.

Aunque le tengo un aprecio especial a esta serie de relatos, lo cierto es que sólo guardo el dedicado a Finlandia, el cual apareció traspapelado en una de las mudanzas. Hoy sería más fácil el acopio de datos para imaginar el viaje soñado, pero como siempre, lo complejo tiene un plus que lo revaloriza.

27 octubre 2009

Tolerancia

Me invita mi amigo Joaquín a que hable de la tolerancia. En el DRAE se define tolerancia, en su segunda acepción, como: “respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”. Lo cierto es que muchas veces el diccionario es algo parco en las definiciones y no siempre nos muestra todas las angulosidades que un término pueden llegar a simbolizar.

El significado clásico ha sido «permitir el mal sin aprobarlo». ¿Permitir el mal? ¿No nos llevará esa permisividad a tolerar los efectos colaterales del belicismo y otras atrocidades contra los seres humanos en nombre de vaya usted a saber qué oscuros intereses?

Muchas personas suelen alardear de tolerantes y justamente a estas son las que, si no me equivoco, pretende mi amigo que le hinque el diente. Si entendemos la tolerancia como la predisposición a aceptar de los demás una manera de ser y sentir distinta de la propia, una conducta que puede incluso zaherir los intereses del tolerante, habremos de estar de acuerdo de que se trata de un ser extraordinario, un verdadero virtuoso. Pero el más grande virtuoso nacido de mujer, Jesucristo, -a pesar de su condición de Hijo de Dios- cuando llegó al templo y observó en lo que lo habían convertido los mercaderes, los echó a punta de látigo diciendo: “No hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado” (Jn 2, 16).

Se dice que la tolerancia es fácil de aplaudir, difícil de practicar, y muy difícil de explicar. Cuando se defiende una doctrina, una ley, una costumbre, ésta lleva consigo casi ineludiblemente no tolerar su incumplimiento. Pero también sabemos que una ley como la del Talión está afortunadamente superada por buena parte de la humanidad; en consecuencia, lo que en cierto momento es legal puede que no sea justo en otro instante. ¿Cuál es el mal con el que debe transigir la tolerancia? Considero que sólo debiera ser tolerado el mal cuando creamos que impedirlo provocará un mal mayor o que vendrá a impedir un bien muy superior.

Uno puede ser muy alto o muy bajo, muy gordo o muy flaco, pero no se puede ser muy tolerante, sino tolerante o intolerante. La tolerancia ejercida está en función del grado de conocimiento que tengamos de nuestra propia realidad, de nuestras imperfecciones, de nuestros deseos de ser comprendidos y comprender; de aceptar que podemos estar equivocados, que necesitamos amar y ser amados.

Don Quijote, entre los consejos que dio a Sancho antes de que fuese a gobernar la ínsula,(cap. XLII, 2ª parte) le dice entre otras cosas: “Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia”. Por eso, basándome en la virtud de compadecer las miserias ajenas –hay que perdonar si queremos ser perdonados- quiero ser tolerante con quienes dicen que son muy tolerantes, pero me reservo hasta darles ocasión de ver dónde les aprieta el zapato.

26 octubre 2009

No juzgues y no serás juzgado.

Haces días me sugirió un amigo de hacer mi propio blog, seguramente que su indicación tenía mucho que ver con una sana terapia y sus buenos deseos para conmigo. Confieso que ya había rondado por mi cabeza la idea de poner mis pensamientos y ensueños por escrito haciendo uso de los medios que la tecnología pone hoy a nuestro alcance. Le prometí que lo haría, pero me he tomado un tiempo de reflexión y ahora creo que la idea está madura: no me refiero al qué, sino al cómo.

¿De qué hablar? De lo que se tercie, de lo que traiga cada día y sus afanes, pero eso sí, con el sosiego y la equidistancia que mis muchas limitaciones me permitan. A estas alturas de la vida ya he aprendido a enfadarme y a sosegarme, a incendiarme y a tranquilizarme, a dejarme arrastrar por el ímpetu y a serenarme ante la imposibilidad de manejar los hilos de la urdimbre. En definitiva, “somos ríos que van a dar a la mar”, y ahora soy curso de muchos meandros y aguas remansadas.

He aprendido que casi siempre que he juzgado, los días han venido a quitarme la razón. He aprendido que el juicio me arrastra a la pedantería y a creerme el centro mismo de mi nada, que una cosa es manifestar mi punto de vista y otra muy distinta es modelar al otro con mi propio barro. Por eso, a modo de manifiesto, me propongo exponer sin agredir, aceptar las opiniones discordantes, no tratar de imponer a nadie mi punto de vista, acatar como saludable la diversidad de criterios; ni desenterrar, ni encubrir; tratar como me gustaría ser tratado.

Este es mi discurrir por el tiempo pretérito; no tienes por qué imitarme, puedes disentir, pero en mi opinión, después de tantas caídas y levantadas, este es el camino recto, el único que nos aleja de las miserias.