Unos cuentan un muy complejo
proceso de etapas llamadas días,
algunos otros como una gran eclosión.
¿Se puede acaso imaginar la nada
y que ella de a luz y en silencio lo inimaginable,
sin patrones, sin guías, sin matrona?
De esa materia primigenia, el orbe,
y de esta la vida, la evolución sin método
y un largo listado de cosas infinitas
y también extraordinarias y sublimes.
Entonces no existía el tiempo,
ni el día radiante, ni la noche oscura,
ni tan siquiera el espacio,
y mucho menos las dimensiones;
pero de todo aquél caos iniciático
-aparentemente sin orden ni concierto-
este parto alucinante del desconcierto
que venía ajustado a leyes inexistentes,
pero precisas y cerradas como el número cero
o con la cantinela sistémica
de los números primos.
Y de la nada, de la rotunda nada, el Todo.