31 enero 2010

CAÍN

Con este título ha publicado José Saramago su última novela el pasado 15 de octubre, fiesta de Santa Teresa de Jesús. Para ser un ateo profeso, no parece que huya Saramago de los temas bíblicos, sino muy al contrario que hace de ellos una exégesis, pasadas por el alambique de una mirada que no ha sabido o no ha querido ver a Dios en el Libro Sagrado.

Un ateísmo muy particular el del autor portugués. Si ateo es aquel que niega la existencia de Dios, al cuestionarle a la divinidad lo que él considera injusticias, poniéndole en solfa la historia de salvación del hombre, no creo que esté negando la existencia, sino que pretende corregirle los renglones torcidos, esos que la razón no alcanza a comprender.

Ya había leído y analizado el Nuevo Testamento para escribir El evangelio según Jesucristo (1991), y ahora hace lo propio con el Antiguo Testamento, convirtiendo en personaje central a Caín, quien tras asesinar a su hermano no se arrepiente, sino que culpabiliza a Dios de la muerte de Abel por no haber aceptado su ofrenda. Aunque no es el protagonista, le hace viajar en el tiempo, a modo de testigo de escenas como la destrucción de Sodoma, la torre de Babel, el arca de Noé… Un Caín que denuncia la arbitrariedad y ansias de sangre de un Dios que no considera suyo. De quien se atreve a decir: “dios no nos ama (…) el señor no oye, el señor es sordo, por todas partes se le alzan súplicas, son los pobres, los infelices, los desgraciados, todos implorándole el remedio que el mundo les niega, y el señor les da la espalda, comenzó haciendo una alianza con los hebreos y ahora hace un pacto con el diablo, para esto no merece la pena que haya dios. (sic)

Evidentemente, el reconocidísimo Nobel ha leído la Biblia con los ojos incrédulos del conocimiento, no con la fe, por eso no se ha enterado de nada.

30 enero 2010

MADRUGADAS DE RADIO

Llantos y gritos desgajados, a lomos
de hercianas cabalgaduras que se desbocan
de soledad: llamadas incendiadas de socorro
en el confesionario laico o diván noctámbulo
a la espera de ungüento de comprensión,
desgañitados de abandono;
lágrimas ácidas de desamor, de desamparo,
de confinamientos y olvidos,
acicalados de distancias oblicuas
que orillan vecindades de naufragios.

La llaga de mi físico se ha enquistado de insomnio,
y en la silente opacidad de la vigilia, se mece
una cuna con sábanas de angustias
y embozos lastimeros que imploran compasión.
Yo busco la postura con la que reconciliarme,
al tiempo que enjugo lágrimas ajenas
que desembocan en impotencia:
mixturas de quebrantos,
de amores truncados en brazos tibios
como caricias falsamente soñadas
que nunca tuvieron rúbrica.

Se ha disipado el lagrimal de mi cuerpo lastimado;
ahora vivo en la patria de un dolor ajeno
y entono una jaculatoria aromada de conmiseración
-en acción de gracias-
por la liviandad de mi cruz gloriosa,
ante el superlativo de tanto sufrimiento.

29 enero 2010

SINCERIDAD Y FINGIMIENTO

Hay muchas personas que suelen espetar: ¡yo soy muy sincero y digo las cosas como las pienso, sin tapujos ni disimulos, gusten o molesten! El diccionario define sinceridad como: “sencillez, veracidad, modo de expresarse libre de fingimiento.” También puntualiza fingimiento como “simulación, engaño o apariencia con que se intenta hacer que algo parezca distinto de lo que es.”

A simple vista podríamos decir que sinceridad y fingimiento son términos antitéticos, por tanto, quien es sincero no finge y quien finge no es sincero. Pero no es tan fácil etiquetar la conducta de las personas, y así como hay cabelleras con distintos matices de moreno o de rubio, también la sinceridad podemos contemplarla bajo un espectro de tonalidades que van desde la sencillez a la arrogancia más petulante y arrolladora.

En el fondo, creo que no hay sinceros netos, aunque no por ello falten a la veracidad de las cosas. Todas las personas hacemos siempre lo posible por ofrecer a los demás una cierta imagen, la cual persigue aparecer ante ellos como nos gustaría que los otros nos considerasen. Dicho de otro modo, la vida es una puesta en escena donde cada quien representa un papel y somos nosotros quienes escogemos al personaje, dentro del corsé genético y social que nos ha tocado en suerte. Aquél que va por la vida presumiendo de sincero, si no obra con sencillez y humildad, está más cerca de un fingimiento agresivo que de la sinceridad de la que presume. Por otro lado, quien simula o aparenta con cierto grado de diplomacia o dulzura, si lo hace sin engaño, si lo que persigue es la no beligerancia, está más cerca de la cordialidad que de la añagaza.

Como en todo enfrentamiento dicotómico, nos movemos en una extensa gama de grises, cada cual con mayor o menor tendencia hacia uno u otro color puro, pero sin llegar a serlo plenamente. Quien en su actitud ante los demás no se cohíbe de zaherir al otro en beneficio de la sinceridad que ondea por bandera, es un mal educado; quien finge y simula con engaño en beneficio propio, es un mentiroso. En nuestras relaciones sociales, no es cuestión de tener que tragarnos un sapo indigesto faltando a la verdad, pero tampoco debemos ser espadachines de las pequeñas puestas en escena de nuestros contertulios: la humildad y la sencillez, con unas gotas de amabilidad, hacen el camino de la vida más placentero.

25 enero 2010

PROPIEDAD INTELECTUAL

Me pregunto qué hay de lícito en prestar los bienes intelectuales adquiridos. ¿Es o no factible prestar un libro, un disco o una película? El préstamo de un libro es una vieja práctica en la que hasta ahora sólo se corría el riesgo de perderlo para siempre, pero si acaso se extreman las medidas protectoras de la propiedad intelectual, no sé si además de la pérdida estaremos cometiendo un delito.

A lo largo del tiempo no siempre ha tenido la autoría la misma consideración; basta repasar un poco la historia y comprobar cómo la misma SGAE nace a finales del siglo XIX. Más atrás, incluso podemos ver el poco aprecio de los autores por sus obras, cuyo caso más señero lo encontramos en Luís de Góngora, quien ni siquiera se preocupó por publicarla.

La vida es camino, es evolución, y así como el mercado ha derribado las fronteras -aunque sigan siendo impermeables para las personas-, estamos viviendo un cambio muy radical que sin duda nos adentra en una nueva era. Si la historia del ordenador es bien reciente, más aún lo es la de Internet, la cual dará muy pronto nombre a esta nueva etapa de la vida, así como la aparición de la imprenta trajo de la mano al Renacimiento dejando detrás el aparente oscurantismo de la Edad Media.

Al parecer de la mayoría, la SGAE tiene un apetito recaudatorio insaciable. Pero ¿quién le pone puertas al campo? ¿Cómo y hasta qué punto es razonable impedir que los archivos existentes en un ordenador se intercambien entre usuarios sin mediar ánimo de lucro? Así como el ingeniero no cobra a los usuarios del puente que diseño, ni el arquitecto hace lo propio con sus edificios, la propiedad intelectual tendrá que devengar su pecunia por un procedimiento más acorde con los tiempos y no con ese desmedido afán de enriquecimiento que llega hasta 50 años después del fallecimiento del autor. Es tiempo de cambio y hay que evolucionar.

19 enero 2010

HAITÍ

“…inestable era la tierra, innavegable era el mar y sin luz estaba el aire: nada conservaba su forma, cada uno se oponía a los otros, porque en un solo cuerpo lo frío luchaba con lo caliente, lo húmedo con lo seco, lo blando con lo duro y lo pesado con lo ligero”. (Metamorfosis, de Ovidio)

Con estas palabras define el autor el Caos anterior a la creación, posiblemente lo más cercano a lo que sugieren las imágenes que vemos en los medios de comunicación del terremoto de Haití. Me resulta inenarrable el dolor de tanta indefensión ante los estertores y arcadas de la madre naturaleza. Se dice que el impulso que ocasiona un terremoto es la búsqueda de equilibrio entre las fuerzas que se contraponen en el seno de la tierra por el movimiento de las capas tectónicas o por la ebullición de actividades volcánicas, íntimamente asociados con la formación de fallas geológicas. ¿Previsible? Posiblemente sí, aunque tampoco puedo afirmarlo; lo cierto es que resulta un fenómeno repetitivo en diversas zonas del globo, casi siempre coincidente con los asentamientos humanos más humildes.

Una semana después del terremoto, tras miles de muertos y millares de amputaciones, de heridas infectadas y centenares de desaparecidos bajo los escombros, de supervivientes vegetando al raso por miedo a nuevos temblores, de muertos sin sepelios a la espera de unas paladas de tierra, de hambre de una semana asociada a la pobreza endémica en la que ya vivían y sed imposible de saciar, un olor nauseabundo a muerte, orina y excrementos fluye entre los cascotes junto al primigenio instinto de aferrarse a la vida; el hambre se ha puesto el traje de comando y afila las uñas de la rapiña, lo que hace aún más difícil la distribución de la ayuda internacional, además de los inconvenientes de las infraestructuras desechas y la falta de combustible. Como siempre sucede, a los más ricos de la capital de Haití el terremoto apenas les ha afectado y continúan teniendo abastos almacenados.

Un cuerpo de ejército norteamericano se abre paso entre la desesperación de los supervivientes, tratando de imponer el orden, y las organizaciones humanitarias reparten mínimamente sus lotes de generosidad; mientras los políticos discuten celosos de protagonismo lo inapropiado de las formas hegemónicas. En Haití, como al principio de los tiempos, hoy lo frío lucha con lo caliente, lo húmedo con lo seco, lo blando con lo duro y lo pesado con lo ligero,seguramente a la búsqueda del equilibrio.

09 enero 2010

PRESIDENCIA EUROPEA

Es muy loable el afán de superación, pero no deberíamos olvidar reflexionar, echar la vista atrás y analizar nuestro presente de forma retrospectiva. Hace cincuenta años decíamos que España llevaba un retraso de cincuenta años respecto a Europa; hoy no sólo somos miembros de pleno derecho de la UE, sino que España asume la presidencia semestral de Europa.

Algo está cambiando, algo ha cambiado, pero el coctel explosivo del afán de superación y la crítica destructiva no nos deja, en ocasiones, ver más allá de nuestras narices. Es plausible aspirar siempre a más; es razonable analizarnos, comparar y sentirnos satisfechos con el logro que antes nos parecía inalcanzable.

03 enero 2010

NUEVA GRAMÁTICA DE LA LENGUA ESPAÑOLA

La Nueva gramática está a la venta desde el pasado 4 de diciembre. Es la primera gramática académica desde 1931 y ofrece el resultado de once años de trabajo de las veintidós Academias de la Lengua Española, que aquí fijan la norma lingüística para todos los hispanohablantes. En este intervalo de tiempo, los lingüistas se han manejado con la gramática pseudo-oficial de Emilio Alarcos Llorach, con los auspicio de la Real Academia Española, editada en 1994.

Al tratarse, por primera vez, de un trabajo conjunto de todas las Academias de la Lengua Española, en el vídeo que publicita la reciente edición de la Nueva gramática se dice que se trata de “el español de todo el mundo”, de “un español que nos iguala y nos diferencia”.

Los publicistas se refieren sin duda a la igualdad de la misma lengua, desde el extremo oriente filipino hasta el Pacífico americano, y a la diversidad diferencial de cada localización geográfica que se expresa en el habla. Sin duda se trata de una herramienta fundamental para todo filólogo, estudiante o estudioso de nuestra lengua que se precie, pero ¿está al alcance de todos los bolsillos?

Mis hijos suelen pedirme una reseña bibliográfica como carta a los Reyes Magos, pero me ha parecido excesivo que uno de ellos gaste en mí 120 € en medio de esta crisis económica. No he hecho el cálculo, pero ¿imaginan cuánto supondrá el importe del doble tomo para un amante de la lengua de cualquiera de los países hispanohablantes? Solo unos datos. Mientras que el salario mínimo en España se ha fijado para este año en 644 €, el equivalente en los países hispanos está entre los 250 y los 400 $ USA, o lo que es lo mismo bastante menos de la mitad.

En el vídeo de promoción afirma con rotunda certeza Miguel Delibes: “El pueblo es el verdadero dueño de la lengua”; una verdad incuestionable, pero no le es fácil al pueblo serlo también de la Nueva Gramática.

CARTA A LOS REYES MAGOS

Queridos Reyes Magos:

Sé que no he hecho daño conscientemente a nadie, pero no me atrevo a decir que haya sido bueno; sus majestades conocen mis muchas limitaciones y mis recovecos, es por eso que, en la confianza de su magnanimidad, me atrevo a dirigirles ésta, esperando ser complacido, a pesar de carecer de méritos para ello.

• Me pido unas gafas nuevas, cuyas lentes me hagan reparar en el otro.
• Me pido una mirada cálida, con la que dar la bienvenida a todos los acontecimientos de mi vida –los buenos y los malos-, sin separa la paja del grano.
• Me pido unas manos amorosas, con las que acoger, estrechar y palpar los sufrimientos ajenos.
• Me pido un corazón humilde que lata al compás de las ansiedades externas, al hacerlas propias.
• Me pido cuarto y mitad de comprensión, con la que dejar para siempre la severidad del juicio.
• Me pido kilo y medio de solidaridad, para compartir mi pobreza con los sencillos.
• Me pido una sonrisa anchurosa, con la que abrir los labios sellados y hacerme confidente.
• Me pido una nariz de sabueso, capaz de rastrear los agobios de las gentes.
• Me pido unos hombros robustos en los que dar cobijo a los y suspiros de los desesperados.
• Me pido un oído que no oiga, sino que escuche, acompañe y comprenda.
• Me pido un ramillete de sabiduría, para discernir lo fundamental de lo accesorio.
• Me pido una pizca de talento, con la que dejar de considerarme el epicentro del universo, sino una estrella fugaz que acabará por apagarse.
• Me pido un ramillete de perifollo, con el que aromar las adversidades de los días grises.
• Me pido una poquita de sal, con la que dar sentido al sinsentido de la avaricia egoísta.
• Me pido una tea luminosa, para alumbrar los caminos y vislumbrar los senderos.
• Me pido un mucho de serenidad, con la que afrontar los días aciagos.
• Me pido un montón de compasión, con la que apasionarme por las pasiones que laceran a terceros.
• Me pido, finalmente, una radical confianza y una esperanza que nunca desespere y ame sin límites.

01 enero 2010

AÑO NUEVO, PROMESAS VIEJAS

El final de año es tiempo propicio para hacer balance, no sólo personal, sino empresarial, gremial y de todas las capas sociales y económicas existentes. Un tiempo en el que nos acordamos de parientes y amigos que dormitaban en el estante del olvido o de aquellos que directamente forman parte de una lista de color degradado por el uso escaso de una vez al año. Nos felicitamos con palabras exquisitas y cargadas de buenos deseos: paz, amor, alegría, felicidad, prosperidad… y todo ello salido del corazón o así manifestado.

Del corazón o de las buenas intenciones nos sale también, llegado este tiempo, el propósito de enmienda. ¿Quién está plenamente satisfecho con todo lo que hace o lo que ha dejado de hacer? Imbuidos del espíritu de la Navidad, nos percatamos que debemos ser mejores personas y nos proponemos grandes cambios: escribir con más frecuencia a los de la lista amarillenta, ser más generosos con quienes lo pasan mal, hablar con agrado al vecino que hasta ahora mirábamos de soslayo, ponernos a dieta a partir del roscón de Reyes, estudiar un idioma extranjero, ir al gimnasio o en su defecto caminar mínimo una hora diaria, criticar menos a los demás y ser más críticos con nosotros mismos… en suma, vivir el paraíso aquí y ahora.

Todas estas o similares son las viejas promesas de cada año, así que no sé a cuántas ni a cuáles llegaré a dar cumplimiento o siquiera iniciaré. De momento, la mañana del día primero de año me ha traído la misma falta de sueño, la misma resaca y peor mal cuerpo que nunca –los años no pasan en balde-. Sólo TVE trae cambios junto a firmezas: ha hecho desaparecer la publicidad; un año más, la Marcha Radesky ha puesto fin al concierto de Año Nuevo desde Viena y como novedad, este año sin saltos de esquí.