03 mayo 2018

EL PIÉLAGO DE LOS VERSOS





Centón, con palabras de María Sánchez Román


Mis poemas nacen
para unir la distancia entre el mundo y mi yo;
se produjo una magia:
navegando por el piélago de la vida,
meciendo en una cuna los desvelos de las tardes;
desde el alba, aguardo tu mirada
donde adormecen las horas
y se pierde con los puños cerrados.
Sus manos, indiscretas,
se llevan la soledad y el olvido
en el musgo del camino
sin llegar a enredarte,
y despiertan mis deseos
para probar un poco del elixir de su boca
y por nuestras bocas clamando lo vivido.
Allí queda el jardín de mis besos,
ese susurro interior
que voy recogiendo en cada encuentro;
un amanecer rocoso rompe el hielo
antes de volver a las turbulentas aguas de mi ser:
llora, ríe, bosteza y me roba una lágrima,
el aroma de su piel tallada en mis recuerdos,
en la intimidad del placer…
Mujer,
a ti mujer;
todo cobrará un nuevo sentido.
Quise ser
y me deja en la miseria
de tantas promesas olvidadas.
Todo se pierde en un instante
como las hojas del calendario,
allí quedó todo;
como leño, rezumo humo agonizante
como un ángel negro
que me llenó de vida
escupiendo la sal que deja el oleaje.
Sonámbulos, todos los labios
en el pergamino de tu cuerpo,
vacíos de ternura
entre la realidad y la despedida
de un tiempo que no me pertenece
y los huesos sacan sus puntas alargadas
para vestir de rojo mi esperanza;
cansada de desenterrar corazones de la arena
a los dientes de la tierra que lo soporta todo.
He borrado las huellas
y los sonidos comienzan a vivir y a vibrar
la identidad del presente
en el nácar que dibujan las huellas
y se posará la sonrisa,
en el océano donde navegas
y amamantas, en soledad, tu agonía,
en el reverso de un sueño
que nos transportan y nos llaman,
cautiva de  la libertad que generan dos cuerpos
como un piélago de olas apasionadas,
camino por renglones torcidos
con mis manos manchadas de tinta;
hay un lugar donde los corazones sonríen
y nos cobijamos del mundo,
en los umbrales temblorosos de mi yo,
y tú, sin saberlo,
en la miseria de mis manos
para cruzar la alambrada de la igualdad
donde reposa mi cuerpo;
porque es tu luz la que me guía,
tu huella suave y serena
─en el silencio de mi grito─
Soy mujer sin rostro,
cordura que mi alma inquieta busca en otras vidas
sin dueño y sin destino.