Sublime como un suspiro,
ingrávida cual embeleso,
excelsa como una diosa;
de su aguada cabellera
una cascada de rizos
que se ondean con la brisa
como banderas al viento.
Sus cabellos en racimos,
-como una viña profusa-
se mueven con tanta gracia
como alternan sus caderas
y redoblan sus tacones
huellas en el pavimento.
Un redoble indefinido,
un caminar siempre cierto,
una endecha, un scherzo,
sus pasos firmes y puros,
arrebatos de miradas
y con tildes de silencio,
para que nada trascienda
de su gloria y de su estirpe
como un regalo del cielo.
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