Tu cuerpo es una blonda
flexible
con la que comulgo y me
ratifico,
una vara de fresno que se cimbrea
a mi paso
y te asomas disimuladamente,
y miras de soslayo,
y me ensarta con el arpón de
tu mirada
como bambú que cede y no
parte.
Tus ojos son dos ventanas
que me rescatan de la
oclusión
siniestra que me oprime
y me lleva a la orilla de la
vida,
para desovar los flecos
jacarandosos
de este tránsito cansino
en el que se ha instalado la
monotonía.
Tus manos, dos palomas que
revolotean
mi entorno y ensartan
caricias festivas,
bálsamo para mis dolencias.
Tu cuerpo, amor, envoltorio
de tu ser,
atalaya en la que me siento
a salvo.
Atalaya, ventana y bálsamo. No falta nada importante del ser amado para contemplar o recorrer los avatares de la vida.
ResponderEliminarUn abrazo, poeta Francisco.
Un cuerpo espléndido, desde los ojos que aman.
ResponderEliminarUn beso.