¿Ves estas manos nudosas,
sarmentosas, surcadas de
venas
que parecen escapar de la
piel?
Son las mismas que palparon
afanosas
la voluptuosidad geográfica de
tu cuerpo
y ahora tiemblan emocionadas
con tu proximidad, como cazador
furtivo
tras las huellas de la presa
soñada.
¿Ves esta mente y sus latentes
lagunas
que me hace avanzar a
trompicones,
más veces en silencio
que en amena conversación?
En la laguna ocasional de mi
mente,
antes, ahora y por siempre,
tu nombre grabado a fuego
como insignia, santo y seña
de tu pertenencia.
¿Ves estas piernas cómo se
fatigan
en exceso cuando queremos
pasear?
Mis pesadas piernas te
siguen
al estímulo vital de tu
nombre
como automatismo que no se
da descanso.
Obsesión le llaman; yo lo llamo
amor.
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