PRIMER DÍA DE PISCINA

A la vuelta de vacaciones está dentro de lo normal que las personas pasen por el síndrome posvacacional, una inadaptación al truncamiento de haber pasado largos días sin atender las obligaciones, claro que en las circunstancias actuales, volver y tener trabajo, es como para celebrarlo, ya que algunos llegan el día y la hora convenida y se encuentran un cierre patronal que sí es verdadero síndrome. Yo he pasado dos meses y lo que hago es ir de un domicilio a otro con más o menos los mismos horarios y exigencias. Cosas de la edad; aunque cada día nos alarman con las noticias económicas y no sabemos qué es lo que nos espera.

Lunes, primer día de normalidad, y a las 9 en punto en la puerta de la piscina. Comprobación de estar al corriente de pago, saludos entre los compañeros, de nuevo en bañador luciendo tipo y allí estaba Macarena esperándome con sus muchas exigencias: ahora así, luego asá…  ¡Macarena, por Dios, dame un respiro! ¡No te quejes, hazme ocho largos de calentamiento! En el fondo es dulce y se ríe con mis continuas bromas, pero es como un sargento instructor que no me deja hasta que no me ve fundido. A la salida me ha dado una palmada en la espalda y me ha dicho: ¡Por ser el primer día, después de tus largas vacaciones, te has portado!

Me he portado, pero ya en casa no podía con mi cuerpo y he tardado horas en recuperarme, secuela que me quedará al menos durante esta semana los días que me toca piscina. He redescubierto músculos que pensé que se me habrían perdido por esos Marbella, o tal vez que yo me había olvidado de ellos y ellos de mí; se han incorporado nuevas personas al grupo y me han recibido con calor las habituales; he echado en falta a otras, pero tal vez se incorporen en los próximos días. ¿Quién sabe? He pasado dos meses casi siempre en traje de baño, pero hice más ejercicio de arena, sol y carpa azul que de brazadas en el agua, de ahí este cansancio tan agotador.