El autobús es un reducto de la sociedad sobre ruedas en medio de un vocerío perturbador. El conductor pone el aire acondicionado y los viajeros cierran o abren las ventanillas a capricho; de vez en cuando unas protestas seguidas de un conato de broca. Quedan las ventanillas cerradas y de inmediato se aprecia el confort de la temperatura. El vehículo tiene todas las modernidades, desde el lector de tarjetas monederos hasta dos monitores que emiten informaciones varias y consejos de salud entre sesiones de anuncios. Posiblemente el diseñador se quedara traspuesto cuando pensaba en los pasajeros más frágiles y colocó dos asientos elevados sobre las ruedas delanteras, lo que hace imposible el acceso a los minusválidos y muy difícil a los mayores, y otros dos en la plataforma, pero en sentido inverso al de la marcha. Es posible que piense que más fastidiados no pueden estar.
En uno de estos asientos viajaba un señor entrado en años. Sujetaba las muletas entre sus piernas y desplegaba ante sus destartaladas gafas el periódico gratuito que tomó del dispensador a la entrada. Debía estar ensimismado en la lectura, de lo que se deduce que no era ningún informe económico. Una nueva parada y gente que sube y baja, mientras él sigue absorto en la lectura o simplemente aislado del mundanal ruido. En eso que le toca el hombro una joven de menos de veinte años y le espeta: “¡Oiga, me puede usted dar el asiento, llevo muletas!”. El lector la mira sorprendido y le responde: “Sí, sí llevo muletas”. Y los viajeros del entorno le gritan a coro: “¡No ve que es una persona mayor y que también lleva muletas!” La joven se retiró, posiblemente azorada, y se encaramó a uno de esos asientos elevados sobre las ruedas delanteras, sin grandes inconvenientes, que también están destinados para personas mayores, embarazadas y minusválidos. ¡Ver para creer!
Niñatas mal educadas hay en todas partes...¡qúe verguenza!...
ResponderEliminarun saludo.
mi querido amigo los tiempos se modernizaron mucho pero se perdieron valores humanos y buenos modales, muchos besinos de esta amiga que te desea con cariño feliz fin de semana.
ResponderEliminarescribí hace unos meses un artículo donde explicaba como poco a poco, los que nos creemos jóvenes, nos vamos convirtiendo en los nuevos carrozas. Hablamos del 23-F como mis padres hablaban de las manis de los grises, hablamos en una moneda que no existe (la pesetica) como mi abuelo hablaba de las perras gordas... y hemos ido perdiendo buena parte de la educación social... ahora que lo pienso ¿cuánto tiempo hace que no veo a nadie ofrecerle el asiento del bus a una persona mayor?
ResponderEliminarvaya usted a saber
un saludo, Francisco
RAUL
Hola Francisco, en la acutualidad los jovenes ya no tienen modales, se han perdido muchas cosas con el paso del tiempo y que triste es esa realidad. Te dejo un beso, cuidate amigo.
ResponderEliminarFrancisco, una pequeña regañina, aunque se que la palabra "minusválido" es muy usada incluso por profesionales de la atención social y no digo nada de organismos públicos, es una palabra que no gusta ni a los afectados ni a los que nos movemos o hemos movido en su entorno, creemos que la palabra aceptada ya por la intervención social es de "discapacidad", las diferencias de concepto son grandes, aunque de forma muy generalizada aún se usa la primera.
ResponderEliminarUn abrazo y buen fin de semana.
Me has dado una idea, lo mismo haga una entrada sobre este,podríamos llamar, dilema.
Temí que hablar dos días seguidos del mismo asunto pudiera resultar redundante para mis lectores, pero no esperaba tropezar en la piedra o chinita que encontraste, Emilio. ¿Es más correcto llamar a los ciegos invidentes? En mi certificado se me reconoce: MINUSVALÍA DEL 51%. Yo no quiero regañar contigo ni me parece ofensivo ni más expresivo "discapacidad" que "minusvalía". En mi caso, después de los años, me siento más persona desde la situación devenida. Tú también me sugieres un tema muy interesante: los eufemismos.
ResponderEliminarEmilio, te agradezco tu fidelidad a mi blog y tus jugosos comentarios, también este. Un fuerte abrazo.
Con el asunto de no poder fumar en los bares, se ha levantado la veda para poner mesas y sillas en las aceras. En la población donde vivo no es que no pueda pasar el carrito del bebé ni el cochecito de minusválido, es que no puedes ni el más delgado de los transeúntes y de canto.
ResponderEliminarY en la anécdota de las “muletas” la joven tenía muletas pero le faltaban gafas. Seguro que si hubiera sido al revés el mayor por prudencia y consideración, no reclamaría su asiento sin mirar antes con sus “destartaladas” y necesarias gafas, de las carecía la joven.
Un abrazo
Ah, y que gustazo ver intercambiar puntos de vista con tantísimo respeto. Sois de lo que no hay o mejor dicho de lo que hay poco o muy poco.
De vosotros siempre se aprende algo (el viejo aprediz).
Realmente quien ideó esos asientos fue todo un lince. Es absolutamente imposible que una persona muy mayor o con problemas de movilidad pueda encaramarse ahí sin ayuda, bien lo he visto. Solo funciona para jovencitos con esguinces, como debía de ser el caso que usted nos trae hoy.
ResponderEliminarUy, perdón, monsieur, tengo un duendecillo enredón hoy por casa, y subió el comentario antes de poder despedirme.
ResponderEliminarFeliz fin de semana
Bisous
Mi suegro era ciego y no le molestaba en absoluto que le llamaran invidente, lo que si le molestaba profundamente, era la mala educación como la de esta chica del autobus, porque aún entre personas sin ningún tipo de discapacidad, el sentido común te dice que en estas situaciones, la balanza se inclina a favor de la de mayor edad. Claro que ya se sabe, que el sentido común es el menos comun de los sentidos, y entre la gente joven, el sentido común tiene poca cabida hoy en día.
ResponderEliminarUn fuerte y calido abrazo sabatino.
A mi me parece tan correcto utilizar la palabra minusválido que discapacitado o disminuido, entiendo lo mismo. Otra cosa es cuando resultan ofensivas como lo era la de subnormal. Entre válido o capacitado no encuentro tanta diferencia, aunque técnicamente es posible que exista.
ResponderEliminarNo quiero entrar a valorar la educación o empatía o respeto del personal porque opino que deja bastante que desear. Un abrazo
Hola!!!! Ese mal ha hecho el feminismo MAL ENTENDIDO.... que se ha hecho creer que las mujeres,aun con muletas, tenemos derechos, claro que sí!!!! tenemos derechos y muchos pero también obligaciones, no se nos olvide!!! BESITOS Y SALUDITOS DE UNA FEMINISTA PERO MUY, MUY, MUY FEMENINA!!!!
ResponderEliminarEstá claro que aún hay mucho por reformar en las ciudades para que sean un sitio habitable para todos.
ResponderEliminar...para todos menos para los maleducados.
Un abrazo.
El buen sentido y la humanidad es lo que debería privar en cada caso. El otro día observé en un autobús como una señora con pésimos modales levantaba de un asiento a una niña que viajaba sola, llevando una mochila tan pesada que le impedía mantener el equilibrio.
ResponderEliminarDesgraciadamente personas mal educadas las hay de todas las edades y géneros.
Un beso.
...pues más de lo mismo, la falta de urbanidad y el imperio del egoísmo. Un saludo.
ResponderEliminarEs lo que existe en una parte de la sociedad, cuantas se dan así. Ya sabes lo que pienso, entonces sobran las palabras.
ResponderEliminarUn abrazo Francisco.