Hoy debe ser jueves todo el
día,
ese punto de desequilibrio
entre lo laboral
y lo festivo,
paraje indefinido en el que
espero y recelo
despertará la sospecha con
sonrisa blanca
o con el acero de una
contumaz herida
sin sutura posible,
mientras el cronómetro
inverso
no deja de aproximarse al
vértigo del precipicio.
En el retrovisor, una
sonrisa congelada
y unos labios de pulpa y
fructosa
encarnados como un bello
atardecer de septiembre;
por la luna delantera, la
pesadilla de un percance,
un trávelin que mira sin
parpadear indefinidamente
con la desesperanza de no
acabar nunca,
una primera escena de un
tiempo por vivir
que acabará por hacernos
amalgama de una misma
rigidez estática.
Hoy debe ser jueves todo el
día
y mi mente se ha anidado a
la melodía de Delfos
en espera de un descarte,
una buena mano
que no llevo o un órdago de
farol,
ese en el que siempre sobrenada
la esperanza.
Has adivinado que era jueves por el mercadillo que allí ponen ese día.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Mercadillo ancestral, cuyo nombre es "El Jueves", Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Como lo laboral no me preocupa, el orden de los días no lo tengo en cuenta, incluso, hay momentos que no se en el día que vivimos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Con frecuencia también me sucede, Emilio. No hay tanta distancia del Darro al Guadalquivir como tampoco entre nosotros.
EliminarUn abrazo.
Desde que estoy jubilada todos los días de la semana me parecen festivos.Tu descripción del jueves me ha dejado KO.Saludos
ResponderEliminarHay no pocas claves encerradas en ese jueves, Charo. Pero por fortuna pasó el jueves y trajo motivos para la sonrisa blanca.
EliminarUn abrazo.
Que sea jueves, con todas sus características en su mayor intensidad y podamos gozarlo plenamente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Aquí seguimos el día después del jueves, Sara, gozando la vida desde nuestras limitaciones.
EliminarUn abrazo sabroso.