Persiste tu aroma, madre,
tan solo con pasar por la
que fue tu puerta
y volver a mi mirada de niño
te haces presente toda tú,
todo tu inequívoco e
incomparable ser.
En el pomo de la puerta, tu
huella
indeleble, tu respiración y
tu ternura;
eres presencia viva e
inagotable,
tan especial como lo era tu exquisitez
de la que siempre quise
contagiarme.
Recuerdo tu latido severo, tu
entrega
desmedida y tu pasión en
todo lo que hacías.
En la calle de la Fuente el
trino de tu voz,
la melodía de tus caricias,
el claroscuro de tu recuerdo
cosido al costado de mi alma
para siempre.
Bonito y tierno homenaje, Paco.
ResponderEliminarUn abrazo.
Subir a Ojén es revivirla, es volver a vivir sus recuerdos y a mecerme en sus caricias y ternuras, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Gran homenaje el que le haces a tu madre.Un abrazo.
ResponderEliminarNada es suficiente para describir su grandeza ni la cicatriz de mi corazón, Chelo.
EliminarUn abrazo.
El aroma de la madre nunca se olvida y duele muchísimo su "partida".Saludos
ResponderEliminarElla subió al cielo, pero sigue a mi lado por siempre.
EliminarAbrazos.
Te felicito por este poema que es una delicia, Francisco. Recordar a la madre como tú lo haces es subrayar la eternidad e ir creando el cielo en la tierra.
ResponderEliminarMi abrazo y mi cariño.
Nunca se ha ido de mi lado, sino que me ha acercado el cielo donde mora, lugar que me tiene reservado.
EliminarUn abrazo.
Ay,las madres, siempre dejando huellas por donde anduvieron.
ResponderEliminarBonito poema y homenaje le
haces, Francisco. Me gusta mucho. Un abrazo.
🥰
La mía me ha dejado una huella indeleble que para nunca se olvida, Inés.
EliminarUn abrazo.
Una de las personas responsables de que tú seas tan hermoso ser humano.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
¡Ohhh, Sara, cómo te lo agradezco!
EliminarUn fuerte abrazo.