Primero fue verde,
tierno, tímido…
un brote incipiente
tintado levemente de
amarillo
que estiraba a diario
como quien se sube sobre los
zapatos
paternos;
un día, de improviso,
sacó de sí un botón a la luz
como copo de nieve encendido
de candor
y acabaría siendo flor
aromática y exuberante,
una fragancia que trasmina
en la distancia;
con el paso de los días,
la flor perdió las hojas
y se ensimismó en una bolita
verde
que crecía sin parar
y acabaría siendo fruto
en gestación orientada hacia
el otoño
germinación que vira de
verde a anaranjado
y atesora un delicioso jugo.
Por aza(ha)res del de(u)stino.
ResponderEliminarTodo un abrazo
Me parece una de las flores más simbólicas y nobles. Posiblemente porque mi abuelo tenía un huerto de naranjos que luego cultivó mi padre.
EliminarUn abrazo, Merche.
Admiro esa capacidad que tienes para escribir cada día de una cosa. Un abrazo muy fuerte😘
ResponderEliminarComo ya soy muy mayor, Lucre, pues va teniendo uno un poco de oficio.
EliminarUn fuerte abrazo.
Maravillosa naturaleza que produce constantemente estos milagros.Saludos
ResponderEliminarSiempre que puedo, Charo, me encanta observar la Naturaleza y ver de cerca esos pequeños milagros de la vida.
EliminarUn abrazo.
El aroma delicado de la flor de azahar.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Y un fruto que fue sostén familiar hasta mi juventud, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Maravilla de la Naturaleza, fruto apetecible. Muy bella poesía, gran detalle en ella. Beso
ResponderEliminarTe agradezco mucho tu valoración, Rosa María.
EliminarUn abrazo.