Observo, percibo, aprecio,
que mi tesoro
son la suma de mis recuerdos.
Deduzco que estaré vivo en
tanto
consiga memorizar hasta el
menudeo,
la calderilla que suena
y evoca risas y quebrantos
como quien pasa las cuentas de
un collar
mirando de reojo pasar el
tiempo.
Llega un momento
que es más poderoso el
balance
que los presupuestos y los sondeos
y las elucubraciones.
En el silencio, en mi apartado
silencio,
mascullo, amontono y atesoro
como una especie de álbum
de todo lo que soy, de mi
ser íntegro,
de lo que recuerdo.
Entonces,
los fui recopilando en la
mochila de los días;
mas pesaba tanto, que tuve
que aliviarme
y opté por descartar todo lo
que me escocía.
Atesoro los recuerdos,
pero procuro olvidar los negativos,
el desagradable
lastre que me laceraba a
todas horas.
Hay que ser selectivo y atesorar solo lo bueno o lo que nos dé alguna enseñanza para mejorar.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
A la hora de atesorar, hay que desprenderse de lo nocivo, así la patata podría no contamina al resto.
EliminarUn abrazo, Cayetano.
Esta bien recordar solo lo bueno, pero estamos hechos de lo bueno y de lo malo que no has ocurrido o hemos realizado, es lo que hay.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sin duda que estamos hechos de lo uno y lo otro. Lo malo nos ha servido para enderezar el rumbo, pero una vez tomadas las medidas, al olvido, para que no se nos arrugue la sonrisa, Emilio.
EliminarUn abrazo.
Me gustaría hacer lo mismo pero mi memoria me traiciona y me trae a la mente todo aquello que quisiera olvidar.Saludos
ResponderEliminarNo es fácil, pero se consigue con entrenamiento, Charo.
EliminarUn abrazo.
A pesar de los pesares, el cantar de los cantares.
ResponderEliminarRecuerdos
Y si en ello no ves solución, el libro de Job.
EliminarUn abrazo.