Una gaviota, un dron
natural,
sobrevolando las aguas
salobres y las arenas,
un sueño, mi sueño, el sueño
del hombre
hecho realidad, surcando
caminos
no hollados,
deshilachando el horizonte
en visión panorámica de agua
y sal;
para mí un divertimento,
para ella su medio natural,
su ejercicio constante, su
hacienda,
su mantel y sus cubiertos,
su pan de cada día.
Ya no soy hombre, sino niño
que sueña,
que vuela de otero en otero
y se provee de todas las
utopías leídas
y de las quimeras soñadas,
que se enrola cada día en su
bajel imposible
hacia un punto lejano e
incierto
en alas de las aventuras del
Cachorro
y rivalizando con los
diestros corsarios
de las aguas oscuras y
terribles.
Una gaviota, la mar de
sueños.
El mar y el vuelo de las gaviotas abren las puertas a la imaginación libre, de par en par.
ResponderEliminarCuidado con los drones. Y con las gaviotas.
Un abrazo, Paco.
De momento, las gaviotas sólo me han proporcionado sueños.
EliminarUn abrazo, Cayetano.
Francisco, tu poema nos describe el vuelo del espíritu. Es necesario hacerlo de vez en cuando. Nuestra parte divina se recrea en ello y sobrevuela la materia que nos limita y confunde. Asi que felicidades por ello, hay que seguir creciendo en espíritu, amigo.
ResponderEliminarEspero que estés pasando un buen verano.
Mi abrazo y mi cariño.
Me satisface tanto tu comentario, María Jesús, porque describes aquello que quería lograr ante la página en blanco.
EliminarUn fuerte abrazo.
Cómo te envidio gaviota
ResponderEliminarque vuelas sobre la mar
y en tus aguas te reflejas
sin detener tu volar......
Saludos
Uno tu poema al mío y o fundo en un único decir.
EliminarUn abrazo.
"Ya no soy un niño"... Yo que te he leído tantos poemas, creo que tu espíritu siempre pudo conservarse niño, aunque tu cuerpo, su casa, haya ido cambiando.
ResponderEliminarTe abrazo.
¿Cómo pagarte todas tus gentilezas, esas caricias de letras que me dedicas hoy?
EliminarUn fuerte abrazo.