A veces tengo voz de roca
quebrada
y nunca contundencia
granítica:
una leve afonía
que me remite al silencio
profiláctico
y me adentro en paz propia,
y del entorno.
En tal audible reposo, casi
siempre forzado,
me siento agua que escapa
por entre las mansas arenas
y pedernales permeables
discurriendo hacia un
destino incierto.
Maleable, como rama que cede
ante la fuerza del viento
y se recupera pendularmente
de su esfuerzo
a la postura inicial.
A veces soy pasto verde,
césped húmedo
que se aplasta a cada pisada
y vuelve a recuperarse,
dejando tras de sí un
testimonio herido.
Roca, arena, agua, fuego…
elemento inseguro, insatisfecho, incierto;
la triste debilidad
de una cometa a merced de la
brisa.
Así es la vida y así somos a intervalos más o menos duraderos. ¡Paciencia, amigo!
ResponderEliminarMil gracias, Angalu. Aunque uno esté muy convencido de lo que dice, el refrendo de otra persona se convierte en una gran ayuda.
EliminarUn abrazo.
Somos moldeables, maleables y frágiles.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco, desde Sintra.
Y además, en mi caso, débil, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Una de cal y otra de arena...la vida misma.
ResponderEliminarAsí es la vida, como bien dices, Musa, un todo revuelto.
EliminarUn abrazo.
Me identifico en tus versos.Saludos
ResponderEliminarTe lo agradezco en el alma, Charo.
EliminarAbrazos.
Un abrazo
ResponderEliminarUn fuerte y sólido abrazo, Merche.
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