Perseguía nubes como quien
caza fantasmas
inexistentes o sueños
imposibles;
siempre ido, como
transportado
al mundo irreal de las
quimeras, y así
día tras día desde fecha
inmemorial.
En sus ojos, siempre un
interrogante,
una pregunta sin respuesta,
el enunciado
que nunca jamás será
resuelto.
Era un zombi, un elemento no
clasificado,
un perseguidor de nubes,
el secano del agua derramada
y desperdiciada por el
husillo humilde
de las cloacas, era don
nadie.
Pero ninguno se molestó en
descubrir
la riqueza de sus
pensamientos,
los tesoros inauditos y las
elucubraciones
con las que los arropa, el
lunático
que en lugar de nubes
persigue sueños.
En la sociedad indiferente y utilitaria, a quién le importa la riqueza interior de alguien.
ResponderEliminarUn abrazo de anís de domingo.
Pues esa riqueza es la que me ha interesado destacar, querida Sara.
EliminarBesos de anís.
Me gustan los que viven en las nubes, los lunáticos, los nefelibatas, los soñadores, los imaginativos... En ellos siempre vive el alma de un poeta.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Me gustan los soñadores mucho más que aquellos que arrastran los pies por la tierra palpando qué pueden arramplar.
EliminarUn abrazo.
".. Mas él alzó sus sueños hacia el cielo y poco a poco, fue ganando altura, y los demás, quedaron en el suelo guardando la cordura.."
ResponderEliminarUn inclasificable abrazo
¡Qué bonito lo has dicho, Merche. Mil gracias.
EliminarAbrazos.
Un bello poema.Saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, Charo.
EliminarUn abrazo.