Paseando las calles,
me he topado con el exceso
de la dama de noche,
también con la sutileza del
jazmín
y su frágil elegancia.
Así, muy diferentes, son las
personas que pasean
esta ciudad de Marbella, tan
saturada de belleza,
de oferta turística
y de contrastado encanto.
Me gustan las personas que
no comenten excesos,
las que no vociferan,
aquellas que no alardean ni
de incontinencia física
embutida en una talla
pequeña,
ni de cartera ostentosa;
me gustan las silenciosas y
fragantes
que como el jazmín cautivan
en su exquisita sencillez;
esas que te ceden el paso
sin humillarte
y hablan en cualquier idioma
con voz queda.
Me gusta ser parte de la
masa anónima
y no me quejo de colas y
aglomeraciones,
también viví del turismo
que ahora molesta a algunos.
Tu y yo, de la mano o muy
próximos,
gozando del perfume de estos
días
y perdidos en la masa
de la que no nos sentimos
privilegio
sino afortunados de poderlo
compartir.
En la calle, noche y día,
una invasión de excesos
y la mayoritaria sutileza de
aromas
que enamoran.
Excesos, en efecto. Y el empalagoso dulzor de algunos aromas de las flores.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Ciertamente hay aromas empalagosos, pero a mí se me hacen más molestos otros comportamientos. ¡Y qué decir de los que llegan al blog a dejar su publicidad.
EliminarUn abrazo.