Era el reinado de Cronos
cuando los hombres vinieron a
ser frágiles,
mortales, insignificantes,
al servicio de los
servidores celestes.
Todavía no existía el
trabajo esforzado
ni por ende la esclavitud,
ni la miseria;
ni siquiera la terrible vejez
había sido aún mácula sobre
la piel del hombre.
Todo era pureza y lozanía,
fertilidad espontánea de
producción ilimitada;
los humanos eran tratados y
favorecidos
como semidioses inmortales,
miembros de un clan divino
de existencia sin fin.
Mas un cataclismo urdido por
la maldad
vino a sepultar para siempre
a esta estirpe
y, de aquella simiente
maldita,
inoculada por el odio y la avaricia,
se comenzó a poblar la
tierra
del homo sapiens que ha llegado a nosotros.
El odio, la envidia y las
malas artes
contaminaron el corazón de
dichos seres,
decididos a acabar los unos
con los otros;
inventaron la guerra,
envenenaron los manantiales
y crearon los silos de la
exclusividad,
los mojones y linderos de la
propiedad privada
y las fronteras.
Más tarde, retorcieron lo
torcido:
deforestaron los bosques,
crearon el fuego para
aventar cenizas
contra el otro,
y los herbicidas para un
menor esfuerzo;
le sumaron los plásticos,
los desechables,
el mercado…
Y la vida en la tierra se
vio abocada
a su fin, y en ese exterminio
nos desenvolvemos con
penuria al día de hoy.
Asistimos al desenlace de una mala historia.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Quizás no sea para tanto; ya sabes, los viejos vemos las cosas más dramáticas que los jóvenes.
EliminarUn abrazo.
Lo que dices lo confirma con lo ocurrido en este fin de semana en ese club de ricos llamado G7.
ResponderEliminarUn abrazo-
Los del G7 se llevan la palma en todo, Emilio. No son capaces ni de redactar un documento común.
EliminarUn abrazo.
Desde que Adán y Eva mordieran la manzana del mal, el mundo ha rodado siempre a trancas y barrancas. Pero hoy día, con la ciencia avanzando lo mismo para bien que para mal, éste, siempre exhibiéndose a primera fila, parece ganar la partida. Y, aunque bajo el disfraz de cordero con que se viste para disimular, pocos ven, o vemos, asomar las negras pezuñas. Y así nos va. La TORRE DE BABEL ya no es una, son muchas. Se retuercen los idiomas. Se cambian el significado de las palabras y lo que antes era bueno ha pasado a ser lo contrario. Los diablos siguen entromediéndose en los conventos, en las iglesias. ¡ HASTA QUE A QUIEN TODO LO PUEDE SE LE HINCHEN LAS NARICES! ... no creo que tarde...
ResponderEliminarCon tu comentario, Angalu, debería compartir la autoría contigo.
EliminarUn abrazo.