Interpretaba a Tárrega
enfundada en un ajustado
traja pantalón rojo;
sus brazos, como ensenada,
era arco mimoso
abrazando armónicos y
suaves,
con el rigor preciso, en
torno a la guitarra,
mientras desmenuzaba
“Capricho árabe.”
En una de las arquería de la
sin par Alhambra,
sus tañidos dolían
como salmodia desgranada.
No hacía aspavientos, se
deslizaba
por los trastes como si
levitaran sus dedos,
apenas sin rozar las cuerdas,
como un trote holístico y
sosegado,
sin despeinar las notas,
sin que trascendiera el
esfuerzo.
Y la dulce melodía
descendía como lluvia
y la emoción me empapa
para hundirme en el barro
del éxtasis.
Pude ver la imagen y recrearla, gracias por regalarnos belleza.
ResponderEliminarAbrazos
Preciosos versos a un espectáculo que te impresionó.Saludos
ResponderEliminarPocos instrumentos tan completos y versátiles como la guitarra.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.