Llegue por el dolor a este estado
de comprensión de errores propios y ajenos;
sentirme aislado fue cárcel y privación
de mi dicha, mi cuidado y mi alegría.
Vivir constantemente contrariado
no fue nunca la meta mental,
ni el presupuesto,
ni atractivo, ni camino prefijado,
por eso he resuelto a todo trance
salir a toda costa del siniestro.
No me gustaba el yo de ese presente
y resolví mirar al otro lado y acercarme,
y fue tan grato verme en el espejo ajeno
que a él debo el retrato al que he llegado.
Llegué por el dolor, pero en mi estado,
es siempre peligroso oblicuarse
el yo exagerado;
es preferible reconocer las llagas ajenas
y no sentirse en exclusiva condenado.
El camino correcto es el que apuntas: de vez en cuando es bueno mirar a nuestro alrededor y no estar demasiado pendiente de uno mismo. Es una buena terapia que algunos intentamos practicar.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Gracias, Cayetano, por corroborar lo que digo.
EliminarUn abrazo.
Llegaste a una sabia decisión.Saludos
ResponderEliminarGracias por estar de acuerdo conmigo, Charo.
EliminarAbrazos.
Al curar las llagas ajenas, las propias las cura Dios... El dolor se sublima.
ResponderEliminarUn abrazo muy grande.
Sabes muy bien lo que dices, Sara, y ahí sólo se llega por la experiencia.
EliminarAbrazo grande.