¿Por qué atajos te fuiste,
amada mía,
que he perdido el rastro y
no pude seguirte
como tanto anhelaba, tal
como soñaba
y tú interrumpiste con tu
repentina partida?
Te seguí por montes y
collados,
por colinas y oteros, por
sendas y veredas;
bajé al valle y crucé los
sembrados,
los eriales y los barbechos.
Hice
día la noche, paré el reloj
porque en angustias
ardía, pregunté a todos para
que no olviden
tu nombre, y en especial,
para apagar el fuego con que
mi boca ardía.
Te fuiste en silencio, a
hurtadillas, como
sombras, como velo que opaca
la luz del día
y dejaste en mi alma un
intenso dolor
que no remite ni se agota,
como candil perenne.
" Cuando me vaya sin adiós decir voy a quedarme en cada cosa un poco..
ResponderEliminarMe quedaré viviendo en el suspiro sepultado en un cesto de papeles."
Un abraz¡oh! encontrad¡oh!♡
Un lugar perfecto donde la pervivencia está asegurada: antes o después aparece algún curioso buscando la vida en los papeles.
EliminarAbrazos.
Bajo a por tabaco. Seguro. El viejo truco.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Algunos han cruzado "el Charco" para buscar el tabaco y no se han encontrado ellos mismos nunca más.
EliminarUn abrazo.
Como escapa el agua entre los dedos... Y ¡con una sed!
ResponderEliminarBesos de anís.
Una situación muy triste y que se da con demasiada frecuencia.Saludos
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