El monte, todo ceniciento y
arrasado,
una desolación de vidas en
huida,
en escapada vivaz por la
salida de urgencias
a la espera de un nuevo
renacer.
Llegan las primeras lluvias
y los regatos
son como lava talada y gris
que se despeña
arrastrando el sustrato
inerte.
El fuego en el monte es
muerte que espera retoñar,
vida suspendida de por
lustros,
hasta que de las entrañas de
la tierra
nace un nuevo brote verde
y se renueva la esperanza y
la vida se manifiesta
esplendorosa en los primeros
rebrotes, esos que
encienden las bombillas
verdes de la esperanza.
Que triste es ver un monte así... produce una gran pena y cada verano la historia se repite.Saludos
ResponderEliminarTristísimo, Charo. Lo peor es que muchos de ellos son intencionados.
EliminarUn abrazo.