Ayer fue un día extraordinario de playa, luminoso, pero con algunas nubes altas que hacían ocasionalmente de parasol, resultando una delicia para caminar. Como en ocasiones se conjuran las contrariedades, así también el viento a favor parecía hacer 45 grados con mi vela y todo el día me resultó favorable y extraordinario.
Habíamos quedado con uno de mis primos en la playa del Arco y ambos fuimos puntuales. Él se ha comprado una carpa azul de unos 10 m2 con un mecanismo facilísimo de montar e igualmente de plegar y meter de nuevo en la bolsa; la experiencia del año anterior no fue buena, pero se ve que de los errores se aprende y todo resultó sumamente sencillo. Es una especie de jaima cuadrada, con cuatro postes metálicos con sistema telescópico a las que se les puede echar un viento; también cuenta con un par de lonas que, mediante velcros, se pueden colocar en aquellos laterales que resulten más oportunos para resguardarse del sol o del viento. A poco se agregaron otros amigos a los que no veíamos desde hace mucho, lo que incrementó el sentido de fiesta y las cruzadas conversaciones distendidas. Di una larga caminata por la orilla en dirección al levante acompañado por mi hijo Carlos. Hacía mucho que no caminaba tanto y sumo con ello en el haber de mi gozo un nuevo motivo de satisfacción.
Al atardecer, ahora vestidos más formalmente, dimos otro largo paseo por la ciudad, la Avenida, el Paseo Marítimo. En un momento dado divisé un banco y me lancé a él como se lanza uno a los brazos de un amigo. Aún guardaba la piedra el rescoldo de los rayos que ya se escondían por Sierra Bermeja. “¡Qué bien, cariño, cuánto has andado hoy!” Una familia acomodó junto a nosotros a un anciano algo torpe y siguieron el paseo con la promesa de volver a recogerlo. Iban a cenar en la lujosa marisquería frente al banco en el que nos encontrábamos. El anciano recibió la conversación con agrado y de inmediato nos dijo que era de Bilbao; se alojaba en un hotel El Fuerte, así que le expliqué que en ese establecimiento se produjo mi bautismo laboral. Era un hombre afable, culto, de exquisitos modales, aunque muy mermado físicamente. “No me han podido operar” –dijo señalándose la cabeza. Se sintió acogido como barco en la dársena y se mostraba agradecido. “¿Conocen Bilbao?”. ¡Sí señor, pero hace ya muchos años! “Tienen que volver; todo está muy cambiado, ¿y el Guggenheim?”. No señor, hace ya muchos años que estuvimos, pero Edurne nos habla de vez en cuando de Bilbao y sus maravillas: un día iremos, veremos la transformación de la ciudad y la conoceremos a ella. El anciano no sabía de quién le hablábamos, pero en eso llegaba su familia a recogerle y nos despedidos, como viejos conocidos, hasta un nuevo encuentro.
Un dia distendido y agradable, Para eso está el verano, largos paseos por la playa. Y si se hace ejercicio y amigos fenómeno.
ResponderEliminarUn abrazo
¡¡Ah el País Vasco!!, el pasado años viajamos allí por vez primera, nuestras reticencias de ir en años anteriores, por las causas que todos sabemos, eran grandes, el resultado fue: Magnífica ciudad, magníficos bares de pinchos, magnífica gastronomía, magnífica ciudad cultural, seguro que no será la última vez que la visitaremos.
ResponderEliminarLa recomiendo.
Saludos
Que relajado se te ve... tranquilo y feliz..
ResponderEliminarummm que ganitas de vacaciones tengo ya....
besos y que sigas así..
Qué buenos son esos encuentros ocasionales en el que surgen personas encantadoras que no habríamos conocido sin un momento así. Que sigas andando y descansando. Gracias por compartir.
ResponderEliminarEn cualquier lugar y momento se hacen amigos.
ResponderEliminarEste año estuve en Bilbao y me encantó.
Un beso Francisco.
Hola Francisco, he aprovechado un ratito para leerte. Dispongo de poco con internet pero no por ello me olvido de vosotros.
ResponderEliminarReferente a tu entrada...Este tipo de encuentros, no se porque, pero tienen algo muy especial, normalmente se recuerdan de por vida o por un tiempo largo, limpios y extraordinarios.
Me alegro que estes disfrutando de tu estancia y de la familia.
Recibe un abrazo.
Qué mejor que los amigos para pasar un día estupendo como el que os cuentas y qué mejor que cerrarlo con una sorpresa agradable.
ResponderEliminarQue disfrutes de muchos días así en tus vacaciones, compañero.
Que buenos paseos y con un poco de conversación mejor. Cada persona con su mundo, compartir experiencias es aprender siempre.
ResponderEliminarUn abrazo.
Doy fe, porque lo he visto: los bancos públicos son fenomenales para conocer gente que no se volverá a ver. Un saludo y felicidades, porque veo que lo está pasando bien bien en sus vacaciones, como debe ser.
ResponderEliminarHola Francisco, un buen verano por esas tierras, viví 10 años en Cantabria e ir a viajar por el país vasco era muy frecuente.
ResponderEliminarToda España es una maravilla .
Un abrazo
Sor.Cecilia
SR. FRANCISCO QUE BIEN DISFRUTA DE SUS VACACIONES ALTERNADO CAMINATAS CON CONVERSACIONES CON SEMEJANTES....ENHORABUENA ...SALUDOS DE ANITA DESDE ARGENTINA
ResponderEliminar¡Cuánta razón tiene Sor Cecilia! Todos los rincones de España son facinantes, y lo son por sus gentes. En estos días, como sabéis, vivo cada mañana los sarfermines y me siento un poquico pamplonés. Gracias por vuestro seguimiento.
ResponderEliminarMomentos compartidos en buena compañía, es disfrutar de los instantes y alcanzar la felicidad.
ResponderEliminarUn beso.
La verdad es que coincido con vosotros, unos paseos increibles, unas zonas de descanso inmejorables y en general un entorno más que apropiado para encontrar descanso
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