02 julio 2011

DIÓGENES

Diógenes fue un filósofo griego perteneciente a la escuela cínica. Vivió entre el 412 y 323 a. C. Cuentan de él que había convirtiendo la pobreza extrema en virtud y por ello, solía caminar descalzo durante todas las estaciones del año, dormía en los pórticos de los templos, envuelto únicamente en su capa y tenía por vivienda una tinaja. Un día vio como un niño bebía agua con las manos en una fuente: “Este muchacho -se dijo-, me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas”, y tiró su escudilla. 


No hace mucho conversaba con unos amigos y conveníamos que estamos rodeados e incluso invadidos de cosas inútiles que las hemos jerarquizado como imprescindibles para vivir. Sin ir más lejos, la semana pasada tiré a la basura un centenar largo de cintas de vídeo que, tras una vida fugaz, ya no existen los medios para reproducirlas. Fuimos analizando y descubrimos que efectivamente se puede llevar una vida digna con bastante menos de las muchas cosas de las que hemos catalogado como imprescindibles. Para nuestro asombro, la mayoría de ellas han llegado a nosotros casi impuestas por la publicidad que, como sabemos, tiene un lenguaje pérfido contra la economía personal y familiar.

Anteayer, salí de casa dejándome las llaves dentro. Me fui a dar un paseo y cuando quise volver a casa recordé que mi mujer había quedado con unas amigas y no volvería hasta por la tarde. No llevaba documentación ni dinero, apenas unas monedas sueltas en el bolsillo. Busqué la sombra de los árboles en la Alameda, me acomodé en uno de los bancos que estaban menos sucios y me dediqué a observar a los transeúntes. El reloj del estómago me anunció que era hora de la comida, pero ni tenía las llaves ni dinero para ocupar uno de los veladores y pedir la carta. Fue entonces cuando vi ante mis ojos, como un reclamo, el llamativo y singular rótulo de Cayetano. Conté las monedas, entré al super y me hice con un panecillo y cien gramos de mortadela. El charcutero me abrió el pan con buen agrado y me volví al banco. No pude comprarme un refresco ni una cerveza, no había para más. Bebí agua de la fuente pública, degusté el bocadillo como un suculento manjar y dejé pasar las horas hasta que calculé que mi mujer estaría de regreso.


No tenía tele para la sobremesa, ni música, ni móvil para mandar SMS o llamar a nadie; no había oído la radio ni había visto el telediario con sus desastres ni los nuevos recortes económicos; posiblemente tendría muchos correos sin leer y un montón de blogs amigos que extrañarían mi ausencia. Contaba las personas y los coches, sumaba las matrículas, miraba absorto el olfateo de los perros antes de decidir dónde hacerlo y recordé la tinaja de mi amigo Cayetano, a quien dedico este guiño.

13 comentarios:

  1. Qué verdad tan grande acabas de contar, es tan poco lo realmente necesario que da risa.

    Un beso

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  2. Ya lo dice el refrán: "No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita". La sociedad de consumo donde hay una necesidad nos crea diez, que no son tales necesidades. Excelente lección, amigo.
    Saludos

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  3. ¿en que estabas pensando cuando te dejaste las llaves en casa?; ¿no bronqueastes a tu mujer por llegar tarde de estar con sus amigas y dejarte en la calle?.

    Ya enserio, lo mio que es mostrar la carencia de necesidades, tener un bocata, aunque sea de mortadela o chopped, poder descansar sentado en un banco en unos jardines y sobre todo, tener agua que mane de una fuente es una frivolidad que muchos países no se lo pueden permitir, a veces lo que creemos que es poco, es demasiado.

    Saludos y que evites el calor Sevillano que es muy dañino.

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  4. Toda una aventura para reflexionar...¿cómo vamos por el mundo con tantísimas necesidades que al fin, son mentira?

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  5. Francisco: has actuado como un auténtico Diógenes, precindiendo de todo lo superfluo. A veces, un simple bocata y un trago de agua, saben mejor que cualquier otro manjar. Mira qué casualidad, llamarse Cayetano el "super".
    Me ha gustado mucho el guiño.
    Deberíamos todos aprender a prescindir de las cosas superfluas, aunque no sé si entran en ese paquete unas cervecitas bien frías con unas tortillitas de camarones en la calle Betis, de noche, al lado del río.
    Un saludo.

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  6. Por un día, semanas y a veces meses se puede vivir con poco. No siempre acumulamos cosas materiales, que también ocupan mucho espacio y son más difíciles de desacernos de ellos y encima nos hacen sufrir.
    Así sin nada hay muchos Diógenes a quienes las almas bondadosas pretendemos "civilizar" en integrar sin que ellos quieran.
    Conozco algunos poco que son felices sin nada.
    Feliz finde voy a comer también un bocata pero en contacto con la naturaleza.

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  7. Un personaje de lo más interesante este Diógenes, compañero. Podemos vivir con menos... y seguramente seríamos más felices.

    Saludos.

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  8. La verdad es que nos hemos creado unas necesidades perfectamente prescindibles, pero quién volvería a lavar a mano, a cocinar en la chimenea, a viajar en burro..., aunque por el camino que vamos acabaremos alumbrándonos con velas.

    Saludos.

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  9. La idea surgió cuando al estacionar hace unos día en San Pedro Alcántara, cuando fuimos de boda, lo hice junto a este supermercado. Eché mano de la cámara y tomé la fotografía haciendo memoria del homónimo amigo del blog La tinaja de Diógenes; cuando me planteé como hacerle una broma, se me ocurrió mezclar al personaje que motiva su blog con su nombre propio y el supermercado. Al final me salió una reflexión en la que más de uno caemos a diario, pero usada como pretexto para hacerle el guiño a nuestro amigo Cayetano, por eso el enlace o vínculo a su blog. Gracias por vuestra lectura atenta y por los comentarios.

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  10. Las gracias son para ti, Francisco...porque a parte de disfrutar de un buen momento de reflexión me hiciste conocer el blog de Cayetano donde encontré varias lecturas interesantes como la que siempre encuentro en tu blog..
    Este post me hace acordar cuando en épocas de crisis momentáneas, mis hijos llegaban y abrían la nevera o los gabinetes de cocina y decian que no habia nada de comer porque no encontraban nada de lo que se come listo..como jamon, quesos, salsas..y yo cogia lo que habia y me ponia a cocinar...siempre se sorprendian de donde sacaba yo comida y de paso les gustaba..
    A lo que voy es que nos han convertido en facilistas..para q trabajar si viene todo listo? procesadores de comida..hornos microoonda...y es solo un ejemplo..llegara un dia en que no hara falta ni salir de casa ni de moverse..creo que seremos entes cerebrales..o ni eso..
    Ya ...me puse a escribir demasiado....
    Besos y feliz fin de semana, amigo Francisco

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  11. Verdad pura es lo que expresas, definitivamente hay cosas de las que dependemos estúpidamente... yo trato de desligarme de algunas, como la televisión, pero el internet sigue siendo una adicción de la que no puedo librarme ni un solo día...

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  12. Supongo que en la época en que estamos lo que más echarías de menos sería el aire acondicionado o el fresco de tu casa, mucho más que la comida o la bebida.

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  13. Una reflexión interesante.
    Recuerdo que mi madre me decía: no es más feliz quien más tiene, que el oro no lava penas. Es más feliz en el mundo, quien con menos se contenta

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