El sueño de Jacob - José de Ribera
No he venido a llorarte. ¡Oh amada!
Tampoco a urgir nuestro encuentro,
en el que nos abrazaremos hasta confundirnos.
Sé que guardas para mí un pasaje, sólo de ida,
hacia el azul perenne de otros confines,
donde sólo a solas cabalgaré la ola
que se deshace en las arenas de lo eterno;
donde el fragor se transforma en dulce néctar
de acontecer sin fin y de remansamiento.
En las aguas del naufragio último,
-temido y esperado encuentro-
lavarás mis heridas y les pondrás bálsamo,
el misterioso ungüento en el que sueño.
No he venido a llorarte. ¡Oh amada!
Tampoco a incentivar nuestro beso
en el que habrás de deglutirme sine die:
mi cuerpo efímero, en tu sempiterno cuerpo.
Que hermosos sentimientos!!! No has venido a llorarle, sólo a manifestarle lo inmenso del sentimiento que se mantiene intacto aún a través del tiempo.
ResponderEliminarMe gusta mucho.
Te dejo un abrazo
Un precioso poema que me ha emocionado muchisimo.
ResponderEliminarEnvidio la capacidad que tienes para expresar tus sentimientos tan genuinamente.
Un fuerte y calido abrazo
Mejor no llamarla y que se olvide de nosotros. Prisa no hay que tener, que ya vendrá sola.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Una forma de perderle el miedo es conversar con ella, Cayetano, hacer cotidiano lo extraordinario y tabú que suele ser para todos. Quizá se sienta bien tratada y pase un día y otro de largo.
EliminarUn abrazo