Se cuenta que, en cierta ocasión, Sócrates paseaba por el mercado principal de la ciudad de Atenas y, al verlo, uno de sus discípulos le preguntó:
—Maestro, hemos aprendido contigo que todo sabio lleva una vida simple y austera. Pero tú no tienes ni siquiera un par de zapatos.
—Correcto -respondió Sócrates-. El discípulo continuó:
—Sin embargo, todos los días te vemos en el mercado principal, admirando las mercancías. ¿Podríamos juntar algún dinero para que puedas comprarte algo?
— ¡Ah no!, tengo todo lo que deseo -dijo Sócrates- pero me encanta ir al mercado para ver que sigo siendo completamente feliz sin todo ese amontonamiento de cosas. No es más feliz el que tiene muchas cosas, sino el que no necesita de ellas.
Cuatro siglos más tarde, Jesucristo le señaló al joven rico aquello que le faltaba para alcanzar la vida eterna: “Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme”.
Y yo empeñado en hacer malabares con la pensión y elucubrando y embargando el deseo y la voluntad muy por encima de mis posibilidades.
Preciosas y valiosas lecciones...
ResponderEliminarSi, una gran lección sin duda alguna. ¿Quieres que te diga la que yo aprendí cuando apenas tenía 9 años?, venia en un calendario:
ResponderEliminar"Cuida de los pequeños gastos; un pequeño agujero hunde un barco" Benjamin Franlin.
Un fuerte y calido abrazo
HOal Francisco, asi es como dijo Sócrates y Jesucristo, pero como no soy ningunos de los dos y es difícil seguir estas enseñanzas tambien me digo ¿Porqué no tendré un fajo de esos bellísimos billetes de vez en cuando ? :)
ResponderEliminarUn abrazo