Cuando la situación así lo requiere, suele hacer un rato de relajación que acostumbra a rematar con un sueño profundo, aunque breve. El estrés, el trabajo, los hijos, los estudios de éstos, la escasa colaboración de su marido en las tareas del hogar y sus justificaciones injustificables, las ojeras que pronto quieren ser bolsas incipientes bajo los párpados… Una desconexión siempre le ha resultado una magnífica inversión. Tenía hora en la peluquería, pero era todavía más urgente atender su angustia interior que reponer las mechas y cortarse las puntas abiertas, lo que solucionó con una llamada. Dispuso todo; oscureció la habitación, se quitó el cinturón de Gucci con el que se ceñía la blusa sobre el pantalón pirata, se acomodó horizontalmente y se dejó llevar por las instrucciones de Brian Weiss en el reproductor de CD’s
Cuando se incorporó, tuvo la sensación de regresar de otros mundos y haberse recargado de energías. Era hora de recoger a la pequeña de catequesis y a la mayor del conservatorio; el primogénito ya se valía por sí mismo y no necesitaba compañía. De regreso a casa, en compañía de sus hijas, María le iba diciendo: “mami, dice Jesucristo que hay que ser como niños para entrar en el reino de los cielos”. Luisa había tenido media hora antes la sensación de haber sido arrancada del mismo cielo, cuando habiendo prestado toda la atención a cómo su vientre se llenaba de aire en cada inspiración y bajaba al expulsar el aire calmada y rítmicamente, secuencias que, como las olas del mar, le embarcaron en una relajación profunda, pero escuchaba con atención a su pequeña. Sonó el móvil; era Jairo, el joven dominicano que cuidaba de su anciano padre; trató de calmarle y le prometió que en cuanto dejara a sus hijas en casa se personaría y resolvería el asunto.
Puso a sus hijas la merienda, soltó la correspondencia sobre la mesa de su despacho, les hizo una retahíla de advertencias y se puso al volante camino de la casa de su padre, quien ahora era aún más dependiente que sus propios hijos. Fue entonces cuando Luisa se preguntó, ¿cómo es posible que vengamos a esta vida haciendo la respiración correcta, llenando el abdomen en cada inspiración y bajando éste al espirar, para que luego lo trastoquemos todo? Quedó pensativa, como aguardando la respuesta que tenía que encontrar en ella misma. Aún no había llegado a comprender el ciclo vital que comienza por la dependencia total del bebé, sumido en la inocente inexperiencia, para acabar la vida en la absoluta dependencia, sumido en la tosquedad de los miembros, órganos y sistemas por el envejecimiento de tan larga experiencia. Cuando había aparcado junto a la casa de su padre, al tiempo que accionaba el mando para asegurar las puertas del Audi, se dijo: ¡Toda la vida tratando de superar la infancia, y, al parecer, en ella está de nuevo el tramo final, y hasta la posibilidad de alcanzar la eternidad!
Si pero, ¡qué distintas las dos infancias!
ResponderEliminarLa vida debería ser al revés. Nacer muriendo y así trauma superado para luego morir en un orgasmo, ¿no sería fantástico?
ResponderEliminarUn fuerte y cálido abrazo
El ciclo de la vida. está claro. Aunque no lo entendamos si podemos aprender de la experiencia de otros .
ResponderEliminarUn abrazo y buen finde