17 octubre 2010

LA CASITA

La recuerdo; está fijada en mi memoria desde los cimientos; hecha sin prisas, piedra sobre piedra y la necesaria argamasa. Dos aguas; tejas planas o alicantinas sobre un bastidor de madera y un par de tirantas de hierro galvanizado entre la pared anterior y posterior; la puerta con gatera y la ventana única en la pared opuesta con barios barrotes y una tupida malla metálica. Por delante, el rancho; un porche de suelo terrizo cubierto por una parra frondosa, de la que en su momento colgaban hermosos racimos de uva blanca, de piel algo dura y granos carnosos: un perfecto refugio para el descanso a la sombra.


Una sala única donde se almacenaban todos los útiles del campo. En la fachada izquierda, un enorme jazmín que suministraba un ramillete diario para la vuelta al hogar; en la derecha, un regato de perejil y hierbabuena, inagotables en su incesante crecimiento. Una vez dentro; en el rincón izquierdo, una chimenea con sus trébedes dispuesta, su atizador, su paleta, el abanador, restos de leña quemada y cenizas…    El resto de la estancia, compartimentado para los distintos almacenamientos: las azadas de cava y de bina, dos palas y un rastrillo, escardillos de mango corto y largo, un par de hocinos, otras tantas hachas debidamente enfundadas, la romana de pesar la cosecha; colgadas de una de las tirantas, varias espuertas de esparto con su gancho, algunas canastas forradas interiormente de arpillera y numerosos sacos vacíos aguardando la recolección de las naranjas. Al otro lado, un saco de Nitrato de Chile abierto y una lata en su interior a modo de vertedor; algunos sacos de pienso para los animales, varios de maíz y algunas calabazas. En la otra tiranta, media docena de ristras de ajos, pimientos rojos enhebrados en una cuerda para su oreo y algunas talegas con semillas varias para el momento de la siembra; también media docena de garabatos de fresno y una pava con restos de azufre. En el exterior, en el frontal de la chimenea, las iniciales del nombre de mi abuelo y una fecha: FVL, 1953; en el humo, ahora empujado por años de vientos, mi infancia.

4 comentarios:

  1. Es alucinante lo bien que expones tus recuerdos, la descripción precisa de cada elemento, el vocabulario tan rico de los aperos; el color, el olor, todo... es como si nos llevaras de la mano hasta tu infancia, sí señor!
    Me tiene usted realmente sorprendida con este derroche de cariño hacia sus orígenes!

    Un super abrazo!

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  2. Bellos recuerdos que permanecen en nuestra memoria y a veces aparecen de pronto sin llamar. Te vienen esas imágenes entrañables de lugares y personas queridas que siempre has llevado en el corazón.
    Un abrazo y feliz semana

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  3. Maravilloso Don Francisco, una descripción y una acuarela preciosos. Un abrazo afectuoso

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  4. Es bueno tener unas raíces, una casa en el recuerdo a la que volver y refugiarse cuando el viento sopla demasiado frío.

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