He olvidado el golpeteo de la lluvia,
de tanta sequedad
en el espejo de tus ojos de arena;
he olvidado la brisa
del recoveco de tu calle,
de tanta espera desesperanzada,
perdido en el laberinto del deseo;
he olvidado el gorjeo de tus arrumacos,
dictados al oído
-con aparente fiabilidad notarial-
en la falsa gestualidad de tus vocalizaciones.
He olvidado el sabor, la acidez, el dulzor
de la humedad de tus labios;
he olvidado la luz y el resplandor
de las noches transfiguradas
en días luminosos;
he olvidado el tacto furtivo
de tu piel de terciopelo;
pero no he podido olvidar
el aroma de tu cercanía,
cuando afincábamos en la vecindad
de dos aspirando a unicidad.
Dicen que los aromas se recuerdan siempre, que no se olvidan, ya que en esos aromas se condensan las verdades de nuestros corazones, la verdad del día y de la noche.
ResponderEliminarPrecioso poema Francisco,insuperable.
Un fuerte y calido abrazo
Perfume y color se manifiestan como hierba fresca en tu poema,
ResponderEliminarque toma por asalto tus defensas hasta romper
tus esquemas en pedacitos múltiples.
No creo en ese olvido porque vive en tu recuerdo...
Un abrazo grande!
Pese a usar ese recurso en tu poema,no has olvidado nada y la prueba está en que todo lo enumeras perfectamente prendido en tu memoria.
ResponderEliminarUn abrazo.
En esta época todavia no te visitaba y me perdí este precioso poema . Graciass por recuperarlo. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Chelo. En este tiempo tampoco contestaba yo los comentarios, pero evolucioné a mejor. Ya faltaba poco para conocernos y doy gracias al cielo porque así haya sido: tu amistad es para mí algo muy especial.
EliminarUn abrazo.
Buen recurso ese el de negar lo que se afirma y se recuerda.
ResponderEliminarSaludos desde 2018.,
Un abrazo, Paco.
A veces soy un tanto osado, Cayetano. Gracias siempre por tu presencia en todas mis apariciones.
EliminarUn abrazo.