Corrían los días indefinidos de la Baja Edad Media cuando en el feudo de Baltasar circuló la noticia de tiempos aciagos para su señor. Era dueño de vidas y haciendas y se jactaba de beber los caldos de sus bodegas en el cáliz del templo que saqueara en una de sus muchas incursiones, cuando capitaneaba a sus cruzados por las tierras que abrazan los dos ríos.
Cuentan que cada noche se sobresaltaba cuando una mano desprovista de cuerpo escribía en las paredes de su alcoba un texto que no alcanzaba a comprender. Al principio pensó que se trataba de figuraciones o visiones nocturnas, causadas por ingestiones pesadas y excesos en el escanciado, hasta que llegó a inquietarle la insistencia de cada madrugada. No conciliaba el sueño. Llamó a su escribano para que le tradujera aquellos símbolos extraños y, como no supo siquiera explicarle de qué idioma se trataba, le mandó a mazmorras con la promesa de la pena capital si no lo resolvía en tres días. Pasó el plazo y ordenó la ejecución. Pero cada noche, aquella mano ingrávida caligrafiaba los mismos arabescos intraducibles. Mandó una proclama, con la promesa de que aquel que fuera capaz de desvelar el misterio sería recompensado con generosidad, comería a su mesa y podría permanecer cubierto en su presencia.
Todos los intentos iban resultando inútiles, hasta que un criado le habló de un sabio y viejo ermitaño que vivía en uno de los montes recónditos de su señorío. Mandó que lo trajeran a su presencia y, cuando lo tuvo delante, le hizo la misma promesa y le añadió: “Si consigues desvelarme el texto y explicar el misterio de la mano sin cuerpo, te nombraré gobernador, tendrás en tus estancias varios servidores y serás revestido de púrpura”. El ermitaño, sin que le temblara la voz, le dijo: “No aceptaré ninguna prebenda, mas le sugiero que tenga un gesto de arrepentimiento para alcanzar el favor de sus súbditos”. El texto dice literalmente: “Eres dueño de vidas y haciendas, pero sólo engendras muerte. Ni tus dos esposas ni tus concubinas pueden darte el hijo deseado, porque tú sólo engendras padecimientos, miseria y muerte. Esta noche vendrá el Señor de la Vida y te arrebatará la tuya. Y añadió de su cosecha: “Sin herederos, tus súbditos se repartirán tus bienes”. Lleno Baltasar de ira, mandó encarcelarlo y que fuera decapitado al amanecer, pero esa noche tuvo lugar la justicia divina.
Tenés un blog que cada vez que vengo aprendo beso va
ResponderEliminarIngrávida, arabescos, y escanciar las palabras de hoy, muchas gracias...
ResponderEliminarDe la mano de Dios nadie se escapa:
el aprendizaje de hoy...
Besos!