20 octubre 2010

MRS. GRAY

“Ya conoces los cánones académicos  -le dijo la profesora-, ahora te dejo en plena libertad creativa para que plasmes en el lienzo la belleza, a satisfacción de tus sentidos”. A Luis le costó aquel día un buen rato decidirse a bosquejar con el carboncillo en la tela, perdido en la pretendida figura y prefigurando las manchas de color. Extrañamente su pulso había dejado de ser firme y no dejaba de resonar en sus oídos las palabras que su profesora acababa de pronunciar.


La tarde anterior, junto a otros alumnos, había acompañado a Mrs. Gray a la inauguración de la exposición extraordinaria que de su obra se exhibía en el Ateneo, con motivo de su nombramiento como decana de la Facultad Bellas Artes. Era una retrospectiva de su obra, para la que había hecho traer cuadros de muy distintas procedencias: algunos de fundaciones europeas, otros de empresas privadas y la mayoría de particulares dispersos por toda la geografía. Lo peculiar es que siempre era el mismo modelo, con la misma edad, en distintas poses, en escenarios diversos; pero siempre con la hermosura de un efebo que hubiera detenido el tiempo, a pesar de que las firmas estaban fechadas a lo largo de toda su trayectoria pictórica.

El modelo era en todos los casos su esposo, Darío Gray, famoso marchante que no volvería a cumplir los 65 años, quien se familiarizó en sus años mozos con el mundo de la pintura ayudándose económicamente con posados en la Facultad. Precisamente Magdalena González de Gray había hecho su tesis doctoral con el primer retrato que hizo de Darío, antes de que el amor la hubiera dejado herida para siempre. De aquellas primeras miradas, llegó a empaparse tanto y a enamorarse tan perdidamente, que a lo largo de su vida no dejó de ver y pintar siempre las mismas maneras angelicales, sin permitir que el tiempo pusiera sobre su modelo una mácula de trasformación o envejecimiento. Tal vez, por eso, cuando el carboncillo en su mano derecha comenzó a deslizarse por la tela, se acercó de nuevo a Luis y le susurró al oído: “lo único que vale la pena en la vida es la belleza, y la satisfacción de los sentidos.” (*)


(*)  Lord Henry, el hedonista personaje de El retrato de Dorian Gray, dice: "lo único que vale la pena en la vida es la belleza, y la satisfacción de los sentidos".

3 comentarios:

  1. Hermoso blog lleno de emociones de un escritor volveré sin lugar a duda

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  2. "lo único que vale la pena en la vida es la belleza, y la satisfacción de los sentidos".
    estra es nuestra sociedad absurda. Con lo cual quedamos la mas de la mitad de la humanidad fuera de los cánones. Solo unos pocos pueden presumir de belleza y menos aún de satisfacer los sentidos.
    Un abrazo

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  3. Creer que en la vida solamente vale esas dos cosas tan efímeras es un pensamiento bien triste. Quien así piense, la cantidad de cosas que se pierde que nos pueden producir satisfacciones por pequeñas que sean. Entre otras la amistad.
    Saludos

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