Tus besos, mi amor, como
uvas ebrias
y tus brazos como sarmientos
que se entrelazan a mi
tronco
y dejan en mis labios tanino
y regusto verde de pámpanos.
En el huracán de tus
arrechuchos
todos los sueños cumplidos,
toda la cosecha centuplicada
y la pasión acentuada de
nuestro ayer.
Tú lo llenas todo, lo
renuevas todo
cada día como creación
creciente.
En esta colisión, mi amor,
de hambre y de sed, tus
besos
como alianza que sellan el
encuentro
y nos eterniza en dependencia.
Desde esta orilla,
desde este presente de
libación,
no quedan resquicios, ni
vacíos,
ni dudas; sólo ensoñaciones.
Oh fertilidad de parra
fecunda
que encarcela mi vida a tu
vida
y nos arracima como uvas
ebrias.
La ebriedad y el amor tienen puntos en común. En ambos casos, se nos va un poco la cabeza.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Así es, Cayetano, como la locura es la cara opuesta de la cordura, un todo por el que perder la cabeza.
EliminarUn abrazo.
Eso de arracimarse me gusta.
ResponderEliminarPues si te gusta, no dudes en practicarlo, Tracy. Ni el calor le molesta a los cuerpos que se arraciman.
EliminarBesos.
Una preciosura, Francisco...Cuánto le habría gustado a nuestra amiga te poema...Para morir de amor, amigo.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo.
Feliz fin de semana.
M.Jesús
Conmueve leer sus palabras, esas de las que nos ha contagiado. Gracias, María Jesús, por lo mucho que me aportas.
EliminarBesos.