Tomados de la mano,
aquella lejana primavera
nos sorprendió cuando caía
la noche
mientras nos mirábamos el
uno al otro.
Tú llevabas una falda blanca plisada
como las líneas imaginarias
que unen las estrellas,
y una brisa traviesa la agitaba
por encima de las rodillas.
Abajo, en el valle, los
naranjos en flor
y los efluvios de azahar
pronunciaba abril
como quien se desgañita.
La noche avanzaba rotunda
hacia sus simas oscuras;
nos tomamos de ambas manos,
cara a cara, y nos miramos a
los ojos:
una lluvia de estrella se
desgajó del firmamento
y vino a caer en nuestros
pies,
como lágrimas que ruedan
mejilla abajo
y vienen a caer sobre el
pavimento.
Sobrecogidos, supimos
que nos había marcado el
destino.
Mucho "peligro" encierra eso de mirarse mientras la flor de azahar domina el aire con su aroma.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Maravilloso el momento en que una estrella os marca el destino.!!!! asi no hay error....Lo explicas con un bello poema, precioso, dulce....y el rastro lejano de este lucero, os deja hoy, dos abrazos fuertes..
ResponderEliminarY bajo una brisa de abril repleta de azhar, bajo la luz estelar hecha tejido, se enlazaron para siempre.
ResponderEliminarPrecioso Francisco.
Estás hecho todo un romántico.Saludos
ResponderEliminarTus palabras llevan encerradas, un gran romanticismo.
ResponderEliminarHas compuesto un maravilloso poema.
Besos
¡Y os marcó!
ResponderEliminarTierno y romántico paseo por tus letras. Amor en tus versos amigo Francisco. Saludos.
ResponderEliminar¡Qué rotunda bendición!☆♡☆
ResponderEliminarUn abrazo
Mágico, conmovedor y entrañable, Francisco.
ResponderEliminarTe dejo mi gratitud y mi abrazo siempre, amigo.
Con un vocabulario sencillo has descrito magistralmente el encuentro de dos almas para un destino eterno. Magico romanticismo recorre el poema. Un abrazo, amigo.
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