La soledad, agridulce
como acero de doble filo:
sutil e idílica cuando la buscas
y ácida y amarga cuando
te da de bruces con ella
y se te queda la cara de
niebla
y la mirada opaca y
cenicienta.
Hay horas que discurren como
instantes
cuando lees u oyes música;
también momentos como árido
desierto
cuando no llega el saludo
que conforta
o el abrazo que reconstruye
y da vigor.
Agridulce: sabroso y
repelente;
así es la soledad, según la
mirada
que aplicas en cada
circunstancia:
cuando buscas, o cuando
sobreviene,
un arcoíris de tonalidades fragmentadas.
Gran verdad. La soledad buscada es grata y, si andas en algo creativo, productiva. La soledad impuesta es una condena.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Cómo dice Cayetano y tú mismo hay tal dualidad en ella que se la busca y se la teme.
ResponderEliminarTriste compañera es la soledad, muy triste.Saludos
ResponderEliminarA mí me encanta estar sola, pero existe otra soledad de adentro que es aquella que te doblega, la que te hace sentir un enorme vacío aunque estés rodeada de gente. Es la falta de amor sincero.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mi estimado Francisco, no es mucho pero te dejo mi saludo y abrazo vigoroso.
ResponderEliminarEl otro día escribía yo eso no sé en donde, pero no con tanta belleza y sensibilidad con las que lo has escrito tú.
ResponderEliminarCierto lo que dices amigo, yo siempre busco la soledad, me siento muy agusto con ella.... Saludos Francisco.
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