Si las manecillas del
reloj
tuvieran la facultad de
manifestar
su dócil desconcierto,
si además de señalar
horas y minutos, en
silencio,
pudieran exteriorizar su
sentir profundo,
se asemejarían a las
orejeras
del burro en la noria:
girar y girar sin conocer
su objetivo
ni el ignorado fruto de su
labor.
Girar y girar,
como cangilón que se
zambulle
y se vierte:
rutina cíclica e insulsa,
hastío de galeote ceñido
al banco.
Día y noche. Gira y gira,
paso rutinario y sin
parada
dos veces por el mismo
punto
de la eterna senda,
sin conocer su absurdo destino.
Esa es su misión y la ejecuta sin preocuparse por su sentido.
ResponderEliminarFeliz fin de semana. Besos
Ciertamente, pero a nosotros es algo que nos atormenta.
EliminarBesos.
Triste trabajo el del reloj y muy rutinario pero nos tiene atrapadas a todas las personas que siempre estamos pendientes de él.Saludos
ResponderEliminarHubo otro tiempo en el que la gente se apañaba con la luz solar y sus tres momentos: ahora es de día, ahora está el sol en todo lo alto, ya comienza a anochecer...
EliminarUn abrazo.