Se encontraron en el abandono, allí donde la vida es mera supervivencia y donde las perspectivas alcanzan al ahora y ni siquiera hasta la noche, ni les hace falta ponerse la mano como visera para vislumbrar el futuro porque el futuro se vive en el presente. Nada tienen y nada necesitan; nada ambicionan y de nada escasean. Miguel y Katherin sobreviven en la playa del Pinillo de Marbella; sin calor ni frío, sin pertenencias que guardar ni llaves a las que dar siete vueltas y custodiar luego.
El lugar es muy concurrido como aparcamiento donde son pocos los turistas. Ellos están instalados a la entrada y nada les falta, hasta cuentan con chalecos refractantes. No piden, no acosan; a veces indican con gesto amable para facilitar el aparcamiento y hay lugares en los que sólo dejan aparcar a los vehículos 4x4, para que los otros no tengan problemas hundiéndose en las arenas. Por lo general, la gente acude a la playa con una sombrilla; ellos tienen tres y no han comprado ninguna, pero es que los humanos somos muy olvidadizos y buscamos insaciablemente la moda. Ellos se cubren del sol y disfrutan de cómodos asientos sin haber comprado nunca nada: lo encuentran, se lo obsequian. Ahora están contentísimos con su nuevo ventilador y hasta funciona, como podemos observar en la fotografía: la brisa marina es generosa con quienes no cuentan con energía eléctrica.
Marino, un simpático jubilado marbellí, olió hace unos días en su casa a quemado y descubrió que era el ventilador. Lo echó al coche para llevarlo al contenedor, pero llegó a la playa con el ventilador quemado; tras aparcar, lo puso sobre la mesa de Miguel y Katherin y la brisa hizo el milagro. ¡Mira, Katherin, funciona sin corriente! Ni siquiera el ventilador apunta sobre sus cuerpos, pero ya cuentan con la brisa y disfrutan del confort de un bien que no consume nada y gira por los días y las horas como ellos mismos. Comen algo de lo que le dan y se lo beben todo, preferentemente el vino de brik que es más asequible, única de sus comprar con lo que algún generoso les obsequia.
Cuando llega la noche, allí mismo, en medio del cañaveral, tres palos y media docena de cañas son las tirantes de unos cartones y algunos plásticos: una intimidad a la que ni me atrevo ni quiero penetrar. ¡Larga y dichosa vida a Miguel y Katherin!
Lo cierto es que necesitamos muy poco para vivir, pero nos hemos creado una serie de necesidades sin las cuales creemos que no sobreviviríamos. El hombre tiene una gran capacidad de adaptación al medio, mucho más de lo que pensamos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un ejemplo en vivo de la frase: No es más feliz quien más tiene sino quien menos necesita.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡ Que bien describes la historia simple y bella de esos dos seres que si, sobreviven! Pero de una manera sencilla y envidiable contado como lo haces tú.
ResponderEliminarSi necesitan algo más para para ser del todo felices, no lo demuestran y nadie se entera.
¡ Bun relato!
Un beso, Juliana
Hola Francisco!!!! Una entrada muy profunda porque invita a pensar!!!!
ResponderEliminarCon lo que a muchos nos sobra o tiramos a la basura, muchos viven y encuentran la felicidad en ello!!! Cuánto tenemos que aprendre de los demás!!! BESITOS Y SALUDITOS DESDE EL NORTE!!!
Estimado Francisco ,posiblemente tiene mas mérito y grandeza sobrevivir con poco y ser felices , que tenerlo todo y vivir en una profunda amargura.Tal vez la cuestión de todo radique en saber vivir y agradecer lo que se tiene.
ResponderEliminarUn Abrazo .
¿Y qué me dicen del perro tumbado a la sombra? ¿No es la mejor compañía para los protagonistas de la historia? Seguro que sí. Ángel
ResponderEliminarHola Francisco gracia por pasarte por un blog a`penas transitado ahora. La verdad es que estamos muy liadas tanto Mari como yo. Pero algo hemos comido y voy a ir subiendo las recetas no vaya a ser que caduquen:)
ResponderEliminarHay muchos Miguel y Katherin! por desgracia, la vida ha ido evolucionando y ellos se han quedado en el camino y lo peor que que igi¡ual nos toca a nosotros cualquier día.
Un abrazo:)
Me ha encantado esta historia,me parece a mí que el progreso no es nada si uno no sabe recuperar lo simple; en este sentido la vida no ha evolucionado, se ha complicado .
ResponderEliminarEl verano pasado viví un mes en una casa ajena durmiendo en un colchón ; tenía comida y buen clima y a mi hija cerca ; me di cuenta de que no echaba de menos demasiadas cosas de mi casa habitual; que todo era , o puede ser, sencillísimo.
Ellos lo saben , pasan de todo y han vuelto al origen.
Son libres.
Un beso,Francisco.
(Reyes)
Hemos olvidado que se puede vivir muy bien con menos de la mitad de las cosas con las que contamos en la actualidad, tendremos que acostumbrarnos a ello.
ResponderEliminarSaludo
Hoy me ha parecido oir de refilón en la tele que, al terminar una información sobre como pasaba el verano el hijo de la Thyssen y mostrarlos en la cubierta de un yate en Mallorca, decía la voz en off que no necesitaban mucho para ser felices (!)
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