10 septiembre 2010

HABLAR MAL

¿Por qué somos tan aficionados a hablar mal de todo el mundo? En muy escasas ocasiones escuchamos hablar bien de alguien y ponderar sus acciones y sus obras; en cambio, con demasiada frecuencia, lo que solemos oír son los trapos sucios de la gente y no para lavarlos, sino para airearlos al conocimiento de todos.

El alumno habla mal del profesor y el profesor lo hace de la mala educación del alumno y su familia; el deportista se lleva por delante a más de un compañero y casi siempre al entrenador, amén de los periodistas; los trabajadores despotrican de los empresarios y éstos de la indolente masa trabajadora y de la escasa productividad; muchas esposas hablan mal de sus maridos y los maridos ni siquiera hablan de sus esposas; las muchedumbres hablan mal de la jerarquía de la iglesia que ni conoce ni se molesta en hacerlo y la jerarquía espera en los escaños sin salir al encuentro del desencuentro; los periodistas hablan mal de todo y de todos, salvo de sus propios medios, para quienes guardan los elogios; los políticos se descuartizan unos a otros en las bancadas opuestas o hacen la vista gorda con los de su filas; quienes reciben sin piedad todas las maledicencias son los funcionarios, pero este capítulo seguramente da para una tesis doctoral y no me encuentro preparado para ello.

Otro día hablé del cáncer de la calumnia; hoy no me queda más remedio que recordar que hablar mal de otro y la calumnia viven en casas adosadas con una pared medianera por la que se oye todo. Y es que cuando la lengua se suelta es como el dardo que sale de la ballesta y se vuelve incontrolable. En cierta ocasión me explicaron que cuando se difama es como si estrujáramos un folio entre las manos: aunque se rectifique quedará por siempre en el papel las huellas del aplastamiento. En principio, entendemos que hablar mal sería quedarnos en la pulcritud de acusar al otro de sus males, aunque lo que suele suceder es que, una vez puestos, se dice lo que sabemos y lo que imaginamos.

En el podrido mundo del famoseo suelen amenazarse unos a otros con demandas judiciales, recurso que en teoría está al alcance de todos –ojo con las minutas de abogados y procuradores- , pero sólo le faltaba a la justicia un mayor atranco que el que ya padece.

1 comentario:

  1. Francisco, no quiero añadir ningún comentario a lo que has expuesto para evitar caer en la tentación de hablar no muy bien de algún otro colectivo.
    Saludos y hasta otra.

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