28 septiembre 2010

PELUSILLA

Pintado al pastel por María Teresa Gil Lucientes

Pelusilla es un ovillo cardado y carnoso de fina trama aragonesa, hallado y estudiado en la prestigiosa Universidad de Stanford  —California—; es dulce como un algodón de feria y tierno como el beso húmedo y lamioso de un bebé eternamente enquistado en la inmutabilidad del crecimiento. Se diría que es un pastel multicolor que flota entre los dedos como ingrávido. Sus ojos parecen observar de forma inquietante, aunque apacible, cada uno de los movimientos a su alrededor; una ráfaga azul emana de sus pupilas verticales como antorcha que ilumina una advertencia. Sus patas son tan cortas y peludas que se diría que camina deslizándose por efecto de una inapreciable masa gaseosa, tan etérea como el hálito de la vida. Sus orejas son dos pequeños y eficaces radares, camuflados por la esponjosa nebulosa velluda con que adorna su cabeza siempre erguida; de tanto en tanto, un giro violento, como si quisiera sintonizar con nitidez el ruido o la música no identificada. Sus uñas son pequeños acericos que en cada pata aguardan, siempre alerta, la orden oportuna de ataque o retirada. Sus bigotes, como banderas al viento, enhiestos y filamentosos como cuerdas de violín, —aún más albos que su lomo— invitan a una melodía que todavía no encontró pentagrama.

Come en un tazón turco de porcelana, el cual, al roce de sus bigotes, emite sonidos profundos y misteriosos que se acompasan con el maullar de la lejana Angora. Le gusta casi de todo, pero allá donde habita, echa de menos el aroma inconfundible del jamón de pata negra, las especialísimas gambas del Rompido y el arroz con hinojos de ojenetas incursiones pretéritas. Se ovilla en el sofá con el tacto de una caricia. Parece como un pastel salido del firme pulso de una gil lucientes que lo hubiera sacado de su Fuendetodos natal cuando se marchó a su largo paseo científico. Contagiado por el alma errante de la autora de sus días, ahora Pelusilla es un empedernido viajero de las misteriosas ondas de la Red y, en una de sus múltiples imágenes, vive conmigo en el confín de un archivo, el cual aireo a diario, en espera de encontrar el marco adecuado y el cáncamo del que pender para siempre.

4 comentarios:

  1. Qué bueno....yo creía ver al animalito y envidiaba su compañía.Buena descripción.

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  2. Yo diria que: Pelusilla es pequeña, peluda, suave; tan blanda por fuera, que se diría toda de algodón, que no lleva huesos.

    Pero, algo me dice que no es demasiado original, y tengo miedo que la acaben confundiendo con un burro. :-)

    Muchisimas gracias por el articulo.
    Un fuerte abrazo,
    dIEGO

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  3. Querido amigo, nunca havia leido una descripción tan auténtica de un gato/a persa. A pesar de que no sea real, lo parece. Yo tenia una que vivió conmigo más de 11 años y era perfecta, esta descripcion me la ha devuelto la memoria. Su único defecto, era que tambien le gustaban los buenos manjares, aparte del largo pelo y de tener media casa llena de sus garras. Ahí me dejó sus recuerdos para siempre.
    Como y cuanto se quieren. Solo lo saben quienes les disfrutan y ademas sean sensibles a su compañia.
    Espero que le encuentres un marco para disfrutarla.
    Un abrazo.

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  4. Me encanta la descripcion Francisco, que bien escrita esta! Muchas gracias por dedicarle estas letras a nuestra gata Pelusilla, si ella pudiera leer, seguro que estaria todavia mas orgullosa de ella misma :)

    Maite

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