El título es posible que le lleve, lector, al drama de Bigas Luna, pero la historia que pretendo narrar es muy otra. Como ya he contado, el pasado sábado asistí a una boda en la meca extremeña del jamón. El día era muy caluroso, no era el propicio para formalidades de vestuario, pero así lo requería la ocasión y me enfundé el traje y la corbata, los zapatos muy bien lustrados, camisa con gemelos… un pincel. La contrapartida de los madrugadores es -respetando los espacios reservados para la familia directa-, poder acomodarse en un lugar de privilegio. La mini cámara en el bolsillo derecho de la chaqueta y el dedo ágil como el de un pistolero del oeste que ha sobrevivido a miles de refriegas: no publico ninguna fotografía porque no cuento con el consentimiento de los retratados.
La ceremonia brillantísima, participativa. El coro de voces, extraordinarias y melodiosas, formado por un grupo de amigos de la novia educados, como ella, a la sombra de Don Bosco. Las peticiones de amigos y familiares, las miradas, las sonrisas, las manos enlazadas… una ternura a la que deseo vida perdurable, en la salud y en la enfermedad, más allá de las mieles.
Me enseñaron a no hablar con la boca llena, así que lo más propio sería transcribir el menú recordatorio, si bien de lo que únicamente puedo opinar es de aquello que probé y deglutí hasta la saciedad: jamón, jamón. Cuando duplico el sustantivo es porque no encuentro una fórmula más elocuente de transmitir la calidad y untuosidad de esas láminas sutiles y aromáticas. Al parecer había otras muchas cosas, pero nada de la misma calidad y abundancia: detrás de un plato otro plato, y otro, y otro, y otro camarero distribuyendo otra media docena de platos… jamón y más jamón. Estábamos en el aperitivo y una cabalgata de otras exquisiteces fueron desfilando ofreciéndose, pero las fui rechazando como hechizado por la suave sumisión a las lascas de pata negra a las que me sentía sometido. Seguía el cortejo de platos de jamón y estábamos en el aperitivo. Ya acomodados en el comedor, me limité a probar educadamente los platos y a hacer sutiles muestras de satisfacción al camarero para que los retirara, al tiempo que le solicitaba una y otra vez una nueva botella de agua mineral.
Por la noche cambiamos de local. Música en directo a muchos decibelios que se alternaba con la enlatada en los descansos; después de iniciado el baile por los novios, se fueron sumando los padrinos, los padres y el público en general, mientras yo me limitaba a observar desde mi asiento con una permanente copa en las manos. Barra libre: el otro derroche del día al que empujaba la ingesta de jamón, jamón.
En Extremadura hay exquisiteces pero como el jamón... Vamos a dejarlo porque se me hace la boca agua. Dentro de pocos días podré disfrutarlo in situ. Un abrazo
ResponderEliminarMe gustó la peli y desde entonces cada vez que como jamón, no puedo evitar recordarla. Un exquisito plato, de lo mejor, lo mejor.
ResponderEliminarLeyendo tu relato, he sentido en el paladar cada viruta, en el olfato su caracteristico aroma y en lo visual, su inigualable y apeticible color.
Que sean felices los novios que siempre estarán ligados a esta fabulosa descripción del día de los hechos.
Un fuerte y calido abrazo
Jamón, jamón, con moderación...
ResponderEliminarCuidado con el corazón,
ahora a practicar la natación...
Un abrazo!
¡Hola Francisco!
ResponderEliminarTu narrativa del evento es muy amena y a la ves llegas facilmente al detalle. Describes también que me ha parecido estar comiendo el exquisito jamón, que cuando es de alta calidad no hay mejor manjar.
Me ocurrió a mi también en una boda que pusieron muy buen jamón en el apreritivo y verdaderamente yo solamente hubiera comido eso, ¡jamón jamón! Luego en el menú había buen marisco, pero para mí la novedad fue degustar el excelente pata negra.
Buen provecho y felicidad para los novios.
Un saludo.
Bueno que puedo decir de este relato, que alude al día de mi boda. Lo primero y principal un gracias enorme por asistir a mi enlace,ya sabes que para nosotros eres como de la familia, segundo que es un orgullo que escribas esto de nuestra celebración y tercero y no menos importante que me alegro que el JAMÓN estuviera bueno, la pena es que yo ni lo probé.Rocío
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